Partido Comunista de Cuba: vergüenza ajena

Isbel Díaz Torres

Raúl Castro presenta el Informe Central del Congreso del PCC.

HAVANA TIMES – Escuchar al presidente Raúl Castro durante su primera comparecencia en el 7mo Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC), me ha generado ese sentimiento conocido como “vergüenza ajena”.

Ciertamente, cualquier sentimiento que me provoque ese dirigente me será siempre “ajeno” en el sentido de que yo no voté por su gobierno (por ninguna parte de su estructura… a ningún nivel), ni soy parte del PCC, como no lo es la inmensa mayoría del pueblo cubano; pero me refiero a otra cosa.

Escuchar a estas alturas a una persona que ocupa tan alta posición en la jerarquía político-militar cubana, expresarse del modo que lo hizo, demostrando tan graves lagunas de conocimiento y tan pocas habilidades diplomáticas, capaces de despertar la risa en el más elemental estudiante cubano es, cuando menos, indignante.

¿Cómo se habrán sentido los presentes en el Palacio de Convenciones al ver que el máximo líder (no sé si es correcto atribuirle ese título) no sabe absolutamente nada sobre el sistema de derechos humanos? No fue suficiente el ridículo protagonizado por Raúl en la reciente conferencia de prensa junto a Obama; sus asesores no lo prepararon y volvió a meter la pata.

Dice Raúl que Cuba cumple con 44 derechos humanos ¿? Alguien en el auditorio lo corrigió y le dijo que no son 44 derechos humanos, sino 44 instrumentos internacionales (entre convenciones, pactos y protocolos), que Cuba ha firmado. ¡Y el líder dice entonces que Cuba cumple 44 instrumentos internacionales, y EE.UU. solo 18! Como si se tratara de un juego de pelota.

¿Sabrá ese hombre que una cosa es firmar y otra es cumplir? ¿Sabrá Raúl qué instrumentos ha firmado el país que dirige? ¿Sabrá los que ha ratificado? ¿Sabrá que entre los derechos humanos plasmados en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (de la cual Cuba es firmante, pero no ha ratificado) se encuentra el derecho a huelga y la libertad sindical? ¿Sabrá lo que eso significa?

No es que yo me quiera erigir ahora en el gran defensor de los derechos humanos, pero si el tipo va a hablar del tema, se supone que alguien, al menos, le haya dicho más o menos por dónde iba la cosa, para no quedar tan mal.

Bueno… en realidad alguien le avisó. Antes que hiciera nuevamente el ridículo, le pasaron una notica que decía: “estamos en vivo”. Pero Raúl no hizo caso, y se lanzó él solito por el barranco, donde lo recibieron los vergonzantes aplausos de los delegados y delegadas, donde apenas el 5,5 por ciento son jóvenes.

Si bien es cierto que es difícil encontrar en este mundo a un presidente que sepa mucho de derechos humanos, al menos ellos se ocupan de tener asesores que les ayuden a mentir ante las cámaras. Pero el caso cubano da vergüenza. Y allá va Raúl de nuevo a hablar de la salud y la educación, y de una lista inmensa de derechos humanos garantizados en Cuba (que siempre se queda como lista enunciada, pero nos quedamos con las ganas de saber de qué otros derechos habla).

Lo más que ha logrado es incluir uno nuevo que le dijeron: igualdad de salarios para hombres y mujeres que realizan un mismo trabajo. No obstante, no estoy seguro que una secretaria en una escuela gane lo mismo que una secretaria en una empresa mixta vinculada al turismo.

Ambas son trabajadoras cubanas, pero muy probablemente la secretaria docente trabaje más y gane menos.

Por otra parte, mencionarle a Raúl derechos humanos de primera, segunda o tercera generación, hubiera sido demasiado para ese señor, y ahora no tenía audífonos para ponerse y quitarse, y pretender que no escucha bien.

Me da vergüenza también por quienes trabajan en el Ministerio de Relaciones Internacionales, que tanto estudian en sus oficinas climatizadas para darle una vuelta retórica al asunto, y decir, por ejemplo, que Cuba y EE.UU. “no compartimos las mismas concepciones sobre derechos humanos”.

Cosa que tampoco es demasiado exacta, puesto que Cuba y EE.UU. comparten, entre otras, la decisión de no firmar el Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, destinado a la abolición de la pena de muerte, por solo citar un ejemplo.
Debo excusarme, y decir que este es solo un breve comentario al margen, no un análisis exhaustivo del informe al congreso del PCC. En cuanto a cuestiones interesantes del discurso, son pocas, pero algunas vale la pena mencionarlas:

– Tanto que se habló de la “conceptualización del modelo”, pues resulta ahora que no será presentado en el Congreso, sino que será aprobado directamente por el Comité Central del PCC cuando terminen de debatirlo. Siguen los mecanismos centralizadores y antidemocráticos.

– Seguirá existiendo en Cuba un solo partido político legalmente reconocido.

– La nueva Constitución mantendrá al PCC como máxima fuerza directriz del país, y la irrevocabilidad del carácter socialista de Cuba.

– La limitación de los mandatos a solo dos períodos, de cinco años cada uno, será aplicado no solo al presidente, sino al resto de los cargos importantes, con algunas limitaciones en cuanto a las edades. Diez años para hacer mal el trabajo me parece un exceso, pero mucho menor que 50

Estas decisiones, por cierto, no son tomadas por el Congreso. Ya vienen establecidas por la alta dirigencia, por esa zona oscura del poder real en Cuba, que se reparten unos pocos allá arriba.

De tal modo, agacho mi cabeza, avergonzado, también ante las brigadas internacionales de solidaridad, izquierdistas que en sus países luchan contra las subidas de los precios de la comida, el aumento de la edad de jubilación, la criminalización de la protesta, y por los derechos humanos; y en unos días les veremos llenar las tribunas habaneras donde, como en un circo, verán a los trabajadores cubanos marchar con júbilo por otro 1º de Mayo, “más unidos que nunca”.

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