La tormenta desborda el vaso de agua

Isbel Díaz Torres

Antecedentes de la homofobia contemporánea en Cuba.

Interesante polémica ha despertado la carta pública enviada por Oscar Cuevas Romeros* al periodista cubano Reinaldo Taladrid.  Algunos activistas LGBT de la isla han salido a ripostar los argumentos de este homófobo ciudadano.

Oscar Cuevas Romero, vecino de la activa ciudad de Santa Clara, ha despertado ronchas con un texto polémico, directo e iconoclasta.  A partir de una crítica a la presentación del documental Tabú, en el popular programa televisivo de Taladrid “Pasaje a lo Desconocido.” Cuevas pretende poner en jaque el avance de las luchas por los derechos de las personas con sexualidades disidentes, y el papel del CENESEX en este ámbito.

Coincido con Oscar en que la postura de Taladrid dejó mucho que desear.  No porque conciliara las preguntas previamente con Mariela Castro, sino porque percibí un tratamiento diferenciado hacia su entrevistada.  Los interesantes comentarios de la doctora debieron ser editados, para lograr la presentación del documental de manera íntegra en un solo programa.

Por otra parte, cuando el conductor intentaba colocarse del lado opuesto en el debate, escogía los más burdos lugares comunes que se usan desde la homofobia, de manera que podían ser muy fácilmente rebatidos por la directora del CENESEX.  Fue una tímida y poco profunda oposición, aunque en el medio televisivo es comprensible que sea de ese modo, dada la amplitud de públicos a que va dirigido el programa.

Cuevas, en su carta, asevera que en Cuba no hay manifestaciones de homofobia.  Por mi parte yo las he visto de todos los tipos, incluida la más dura violencia física.  Desde la violencia que sufren los niños en la escuela por parte de alumnos y profesores, hasta la sutil discriminación en el ámbito laboral.

La homofobia está presente en la población cubana, pero no solo allí.  Se practica de manera institucional, lo cual, de rebote, refuerza la postura popular.  Lo penoso del asunto es que no tenemos un cuerpo jurídico que sancione estas conductas, de ahí que ante la ausencia de datos, se presuma la ausencia del hecho.

La heteronormatividad imperante hace casi imposible que alguien que reciba una paliza por el simple hecho de ser gay, acuda a la policía a denunciar el hecho.  Menos aún si quienes propinaron la paliza son policías, como en un caso que conozco.

Para Oscar “Cuba es rumba, tabaco y ron.” lo cual, a la luz de nuestros días resulta casi una aberración.  El “ajiaco cultural” que él invoca, está ricamente sazonado por personas homosexuales como Bola de Nieve, Ernesto Lecuona, Virgilio Piñera, y muchos y muchas más.  La política cultural cubana, tan debatida en los últimos tiempos, al menos eso tiene bien claro.  El pasado congreso de la UNEAC así lo demostró.  Pero nuevamente vemos que no es suficiente que una élite intelectual se pronuncie al respecto, la socialización del debate y el proceso por el cual se llega a esas conclusiones son imprescindibles.

Ahora, el televidente tiene mucha razón al decir que “Ni antes del 59 ni después nos dijeron que “eso era bueno” o que era normal.” El silenciamiento de esa realidad, durante años, ha traído efectos nefastos.  Al construir durante décadas una sociedad donde de manera vertical se dice a la gente cómo debe posicionarse, se producen individuos incapaces de conductas verdaderamente autónomas, solidarias, y humanistas.

Oscar nos narra su penosa situación familiar, consistente en su imposibilidad de procrear.  Reclama al CENESEX que destine sus fondos a esa cuestión.  Tanto en el caso del televidente, como de los activistas que han respondido vehementemente, queda expuesta una falla importante de nuestro sistema: la transparencia de los presupuestos.

Si tuviéramos presupuestos participativos, gestionados de manera democrática y transparente, entonces no tuvieran sentido reclamos de este tipo.  Cuando digo transparente no intento “enturbiar” el manejo de los fondos del CENESEX; digo simplemente que estos, al igual que en la totalidad de las empresas, entidades y organismos cubanos, son desconocidos por sus trabajadores.

En este caso particular pienso que si supiéramos el presupuesto estatal destinado a la asistencia a la infertilidad, este sería inmensamente superior al destinado a las campañas por el día mundial contra la homofobia.  Aunque afortunadamente cada año se amplía el alcance de esta campaña, esta es una lucha prácticamente nueva y casi desatendida, en comparación con los recursos destinados al resto de la salud pública en Cuba.

Oscar dice que tiene “la confianza de que cualquier modificación a la legislación actual que pretenda cambiar los principios y los lineamientos concebidos y aprobados en la actual constitución, se consultará al pueblo.” No sé en qué basa esa confianza, pues esas consultas se realizan casi excepcionalmente, y por lo general no pasan de ser una formalidad.

Por otra parte, cuando se trata de ampliar los derechos de la ciudadanía y de grupos sociales fuera del poder, no es preciso tal cosa.  En una sociedad racista y sexista como la nuestra, hubiera sido imposible introducir los cambios necesarios preguntándole a la mayoría racista y sexista.  Pienso que del reconocimiento de esa necesidad es que sale la frase “cambiar todo lo que debe ser cambiado.”

En un próximo texto profundizaré en las respuestas elaboradas por otros activistas.  No obstante, si Oscar Cuevas Romeros piensa que Mariela y el CENESEX han hecho una tormenta en un vaso de agua, entonces quedará bien sorprendido en el futuro inmediato, al ver la tormenta que la incipiente comunidad LGBT cubana armará fuera del vaso.

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(*) Vea la carta original de Oscar Cuevas Romeros.

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