Aduana cubana me devuelve objetos retenidos

Isbel Díaz Torres

HAVANA TIMES – Sin esperar a que se cumpliera el plazo de un mes, acudí este martes a la Terminal 2 del Aeropuerto José Martí, a reclamar mis pertenecías arbitrariamente retenidas días atrás durante mi arribo a la isla, proveniente de la Conferencia de LASA, en EE.UU.

La espera de más de dos horas en aquel sitio valió la pena, pues me fueron entregados todos los dispositivos electrónicos, después de que revisaran sus contenidos.

Coincidentemente, por estos días la Corte Suprema de EE.UU. dictaminó que la policía necesitará orden judicial para inspeccionar teléfonos celulares de las personas que arresta, y es probable que el fallo se aplique también a otros dispositivos electrónicos, como computadoras portátiles.

Si ese es el caso para las personas detenidas, imagino que para las que no han cometido delito alguno la protección sea aún mayor allí. ¿Qué opinarán de estas cosas la policía política cubana, tan acostumbrada a hacer y deshacer a su antojo? ¿Qué dirán los políticos del patio que en sus discursos hacen loas a una democracia cubana tan “intangible”?

Por supuesto, no soy tan ingenuo como para creer que esa protección anunciada en los medios norteamericanos es total, ni que siempre se cumpla. Más de una muestra nos han dado las autoridades estadounidenses de violaciones de los derechos de sus ciudadanos (y a los de otros países, incluidos presidentes). Son líderes en espionaje.

No obstante, lo importante aquí es la existencia de instrumentos legales que protegen a los individuos; herramientas a los cuales es posible echar mano en un proceso apegado a la legalidad, o que al menos sirven de punto de partida para el reclamo de derechos.

En Cuba, ya lo sabemos, las autoridades no respetan la privacidad de los correos postales ni los electrónicos; ponen escuchas en los teléfonos de aquellas personas que les interesan, aunque estas no hayan cometido ni probablemente comentan ningún delito; graban abiertamente a personas y colectivos, etc.

Sé que estas prácticas nada tienen de novedosas en el mundo entero, pero no por ello las personas debemos permitir que los Estados metan sus narices en nuestras vidas privadas. Fuera de esperar el mismo rechazo a estas cuando EE.UU. lo hace a políticos brasileños, como cuando el gobierno de Cuba lo hace a activistas LGBT.

Cuba cuenta con el válido argumento de vivir asediada por la mayor potencia militar de la historia, que destina millonarias sumas a la desestabilización del país desde dentro y desde fuera.

Pero ese argumento se hace vacuo cuando se utiliza día a día para justificar todos los desmanes que llevan a cabo las fuerzas de la Seguridad cubana, muchos ni por asomo relacionados con los planes subversivos del gobierno norteamericano.

Ciertamente, este tema rebela el estado de vulnerabilidad del sistema cubano, en un proceso de pérdida de legitimidad que avanza irremisiblemente durante las últimas décadas.

Yo, por mi parte, no he acabado mis reclamaciones. Presenté una “Queja” (es el término que utiliza la burocracia aduanera, aunque mi tono allí no fue de queja en ningún momento, sino de reclamo de derechos) por la ausencia de explicaciones que justificaran el grosero despojo de mi teléfono celular, y otros detalles que deben ser aún aclarados.

Respecto a los documentos “confiscados”, como el proceso no se realiza en el mismo lugar, deberé dedicar otro día para obtener una respuesta oficial al asunto.

Me muero de curiosidad por saber si reconocerán su propia homofobia institucionalizada en el argumento de que mis documentos poseían “contenidos que empañan la moral y las costumbres del país”.

Gracias a todos y todas por mantenerse pendientes de este caso, que no tiene los ribetes espectaculares y efectistas de otras noticias de Internet, pero que para mí ha sido doloroso y ultrajante.