Ya no siento al cine cubano

Irina Pino

De la película “Regreso a Itaca”

HAVANA TIMES — He visto recientemente la película cubana Regreso a Ítaca, gracias a un amigo que recibe el paquete y que me la recomendó con bombo y platillos. Lo que si no entiendo es por qué esta cinta no fue exhibida en la pasado Festival de Cine Latinoamericano que se celebra cada diciembre en La Habana, y a la vez, puesta un solo día en la sala Chaplin, durante el Festival de Cine Francés. Las cosas cuando se tratan de prohibir, afloran y se riegan como una plaga, y no resulta efectiva la censura.

Para la gente que no la ha visto, trata sobre el reencuentro de un grupo de amigos que rememoran su pasado juvenil, y tratan de encontrar las conexiones que han perdido a lo largo del tiempo. Se habla aquí de problemas sociales, de carencias, de injusticias cometidas, pero todos los personajes están marcados por el dolor de algo que perdieron.

La idea parece acertada, sin embargo el recurso de esa verborrea sin fin y sin pausa, lastra la cinta y nos atiborra de hechos de diferentes épocas sucedidos en nuestro país. El recurso de narrar vicisitudes –cualquier cubano sería un experto en hacerlo–, me cansó y me aburrió. También las continúas malas palabras sobran.

No me gusta el guión que escribió Leonardo Padura con el director francés, pienso que tiene mucho resentimiento, todos los caracteres de los personajes se han deformado, no hay ninguno que tenga una tranquilidad, al menos espiritual, todos han sido golpeados socialmente, han perdido la ruta de la esperanza. Y no es que sea malo decir, es de la manera en que se dice.

El cine cubano ya no me satisface, a pesar de la apertura en cuanto a temas prohibitivos y sucesos silenciados, el guión debe ser imaginativo y no complaciente. Es cierto que la gente quiere saber, no obstante hay formas de decirlo, atiborrar de hechos a un espectador, lo vuelve loco, no le permite analizar a plenitud una historia dolorosa. Se extrañan a directores como Tomás Gutiérrez Álea, que tenía el conocimiento, el sarcasmo y la sofisticación para dominar una película y a sus personajes.

La maestría de un artista tiene que ser armada a base de detalles, para que llegue y el aporte de su huella permanezca.

Faltan en nuestro cine historias más individuales, más universales, que no se centren solo en lo peor. El cine de autor ha muerto. Un cineasta mayor como Humberto Solás, tan duramente criticado, como alguien que había vaciado las arcas por el alto costo de sus películas, se destacó por su singular lenguaje –y eso–, con sugerencias, con imágenes.

El hombre de éxito de Solás está vivo, y lo vemos a diario.

 

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