Relaciones amorosas entre tres o cuatro

Irina Pino

HAVANA TIMES — Deberían existir relaciones formadas por tres o cuatro integrantes; en el amor y el sexo no existen las reglas, no somos monógamos por naturaleza, la gente se imagina y vive con ese falso concepto como un status pre-establecido; romper estas reglas sería una forma de liberación. Hace poco leí en un artículo este fragmento. Cito:

 “Para la psicoterapeuta Sara-Anne de Sait-Hubert, la moral clásica ya no se adapta a la psicología amorosa del ser contemporáneo. Hoy estamos superando la concepción dualista del “lo amo/no lo amo” para contemplar toda una gama de matices. Helen Fisher autora de revolucionarios estudios sobre las determinantes fisiológicas del amor y las relaciones de pareja, asegura que nuestra “animalidad” es más importante de lo que pensamos cuando se trata de tomar decisiones de pareja.

“Nuestro cerebro “amoroso” —por llamarlo de alguna forma— se divide en tres polos: el cerebro sexual, el cerebro romántico y el cerebro afectivo. El primero funciona con la libido, el segundo con el enamoramiento y el tercero con vínculos como el apego. Lo más curioso es que no siempre funcionan al mismo tiempo o con la misma persona”.

Entonces me pregunto, si no estamos hechos para amar a una sola persona, por qué no podemos convivir con dos o más individuos que amamos, porque hay disímiles formas de amar.

Es imposible que en una sola persona podamos encontrar todo lo que necesitamos, más bien tratamos de meter en ese molde el amor ideal, o el que nos forjamos en nuestra mente, aunque nos engañemos al final con decepciones, pensando que nos equivocamos y seguimos soñando con hallar nuestra media naranja.

Me pongo de ejemplo yo misma: mi gusto varía, no tengo un canon de figura masculina: me gustan los tipos extravagantes como Steven Tyler (cantante de Aerosmith), inteligentes y tiernos como George Harrison, y con el encanto y la personalidad protectora del actor norteamericano Yull Brinner, o sea, tres arquetipos de hombre.

Por lo que si estuviera viviendo con los tres, resultaría sumamente interesante, pues con uno tendría la atracción sexual y las locuras, con el otro el amor, y con el último la amistad y el cariño. Y claro que nos apoyaríamos mutuamente, con la educación de los hijos, los intereses artísticos, las labores domésticas y las cuentas compartidas.

Sería con el acuerdo de que si algo destruyera esta sociedad, lo comprenderíamos y lo asumiríamos como personas maduras y plenamente convencidas de los riesgos que implican estas relaciones amorosas entre varias personas.

Esto no es nada sencillo, si surgen los celos, la competencia, los complejos de inferioridad, y otros males; pero la idea es buena, sobre todo en nuestro contexto plagado de tanta inseguridad económica.

Si la unión monógama se creó como una fuerza de poder para controlar el dominio del capital. Ahora debe corresponder el desarrollo de la expansión de los sentimientos para el sostén y el crecimiento en todos los sentidos.