Para conseguir una cita

Por Irina Pino

Foto: Caridad

HAVANA TIMES  – A los de mi generación les era fácil enamorarse, tener sexo. Todo fluía de manera natural, no estábamos detrás del dinero. Esto no quiere decir que no existía la prostitución o la gente interesada…  sin embargo, conseguir una compañía agradable no constituía una epopeya,  ni mucho menos.

Cuando conocías a alguien, no tenía que haber de por medio invitaciones a hoteles y restaurantes caros, sino a un simple cine, teatro, al muro del malecón, un parque o una fiestecita. Es cierto que el dinero tenía un valor, tener 20 pesos en el bolsillo significaba una fortuna. La reservación de una habitación en un hotel de lujo costaba 21 pesos. También existían las posadas, sitios más económicos, donde se pagaba la habitación a 2 pesos la hora.

Antes, uno se divertía haciendo acampadas por ahí, quédandose a dormir en una playa, había miles de posibilidades de entretenerse sin gastar mucho dinero. Importaba más la personalidad de la persona elegida, sus cualidades, su espiritualidad.

Yo, por ejemplo, en cierta ocasión conocí a un pintor en una exposición callejera, y nos fuimos a la antigua Casa del Té, en la calle 23 y G. Allí estuvimos horas conversando, diciéndonos poemas. De madrugada recorrimos las calles como dos bohemios, y terminamos haciendo el amor detrás del restaurante 1830. Ese fue el comienzo de una bella relación amorosa, en una época en que la gente no estaba tan maleada.

Ahora, con mi hijo de 17 años, cuando le pregunto si tiene novia o alguna chica a la que le haya echado el ojo, me cuenta que la cosa está súper difícil, se necesita una cantidad considerable de dinero para salir, y las muchachas de su escuela, la mayoría son “mikis”, definición que conlleva cierto estatus monetario, un buen celular, ropa de marca y ciertas actitudes.

A ellas no se les puede hablar de ir a un cine o sentarse en un parque; prefieren ir a un bar, una discoteca, un lugar elegante donde puedan exhibir sus trapos. Detestan a los adolescentes de bolsillo pobre, los descartan antes de que se lancen a hacerles la invitación, los ven como unos apestados.

Un amigo suyo reunió más de 20 CUC e invitó a una de estas jovencitas a salir. Se gastó todo el dinero y no consiguió ni siquiera un beso. En seguida lo tiró a mierda, cuando la llama, no le contesta el celular.

Otros jóvenes, que buscan solo sexo,  les basta pagar a una de esas chiquillas que piden 5 CUC por hacerlo.

Por otro lado, están las citas por Internet, algunos tienen suerte, otros, sustos, o grandes decepciones.

No niego que haya otra clase de jovencitas, que aprecien los verdaderos valores, pero es una especie en extinción, prevalece el interés: “dime lo que tienes y te diré quién eres”.

La situación depende del entorno donde uno se mueva, pero la realidad es que el país se ha transformado, los que tienen mayor poder adquisitivo, viven para consumir. Ha quedado como un recuerdo el mundo romántico, en que se “perdía el tiempo” en una buena plática, aunque no hubiera más que una botella de ron barato, y el banco de un parque.

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