No dejar de ser niños

Irina Pino

De Madagascar.

HAVANA TIMES — Los dibujos animados forman parte del universo de los niños, pero a muchos adultos les encanta disfrutarlos y conservan intacta esa inocencia, o al menos no se han librado de ella. Confieso que nunca me han dejado de gustar, a veces los veo sola, o en compañía de mi hijo, que ya tiene quince años. Preparamos la tanda cinematográfica: galletas, jugo o refresco, cojines en la cama, y dos ventiladores para refrescar el ambiente.

Animales que se humanizan y pasan por vicisitudes propias de la gente, es la mejor idea que se haya creado para acercarse a ellos. Madagascar, La Bella y la Bestia, Vecinos invasores, Ratatouille, Toy Story, Monsters INC y La era del hielo, son cintas que poseen fino humor, pero también invitan a la reflexión, destacan valores esenciales como el amor, la amistad y la solidaridad. En todas está el elemento musical, los personajes cantan en algunos fragmentos, y eso las hace aún más interesantes.

La Pantera Rosa funciona para quitarse el estrés. Después de ver dos o tres episodios y haberte desternillado de la risa, puedes ver las cosas de otra manera.

Pinocho, Blanca Nieves, La Bella durmiente y Cenicienta, nos permiten adentrarnos en el mundo de las hadas. Las adaptaciones de Walt Disney se han vuelto filmes clásicos.

Cuando era pequeña, en los años setenta, solía ver animados que venían de los países otrora socialistas, recuerdo el polaco Bolek y Lolek, los dos hermanos que viajaban –aunque nunca supe si lo hacían realmente–, uno de ellos echaba a dar vueltas un globo terráqueo, y al detenerse, ponía el dedo en cualquier sitio: ése era el lugar elegido. Las aventuras se sucedían, el peligro y las dificultades acechaban, sin embargo, ellos lograban sortearlas y al final salían airosos. Otro de mis preferidos era el animado ruso La princesa ranita, acerca de una joven que había sido encantada, y que solo por la noche cobraba la forma de una hermosa muchacha. El príncipe, por supuesto, debía transitar por varios obstáculos para conquistarla y lograr su amor.

Huckleberry Hound, el Oso Yogui, Pixie y Dixie y el gato Jinks, fue una serie muy popular, dividida entre tres partes, con las atrayentes peripecias de cada uno de estos personajes, siempre metidos en problemas. El perro se la pasaba cambiando de empleo, su esfuerzo y buen humor no hacían que flaqueara en sus intentos, a pesar de ser una especie de antihéroe.

Los filmes manga ya existían y se ponían en las salas de cine, recuerdo uno que contaba en su argumento sobre unos dragones que invadían ciudades destruyéndolas, y separaban a las familias. Tenía una enorme carga dramática, y sus personajes estaban bien caracterizados.

La decadencia de los dibujos animados cubanos puso a Meñique a la cabeza, un fracaso desde el punto de vista del guión, la inconsistencia de los personajes, y la amalgama de diferentes culturas, que la hacen aburrida y con un metraje demasiado largo.

Contrariamente, el cine animado japonés mantiene una fuerte tradición en cuanto a la realización y variedad de géneros; La tumba de las luciérnagas, de 1988, dirigida por Isao Takahata, fue catalogada como un drama antibelicista junto a El pianista y La lista de Schindler. Según los críticos, es una obra maestra de la animación, que se ha vuelto famosa a través de los años, siendo exhibida en muchos países con éxito. Lo más importante que posee es lo humano de su relato, el amor filial por encima de los eventos dolorosos que suceden en el marco de una guerra.

Luego de ver la conmovedora historia, me di cuenta de algo: también se puede llorar con dibujos animados.

 

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