La Playita de 16 y los nuevos visitantes

Irina Pino

La Playita de 16

HAVANA TIMES — Esta playa de Miramar, fue años atrás como un lugar de moda, acudía gente desde lejos para bañarse y disfrutar de su tranquilidad, sobre todo personas muy jóvenes.

Era como ver una exhibición de hermosura y juventud. Se tomaba el sol, había conversaciones, risas… Decir, vamos a 16, era una especie de viaje al anti aburrimiento, pues no solamente se aprovechaban el agua y la brisa para relajar, también la diversión de “cortar leva”, mantenía a los muchachos alegres, burla sin consecuencia, y por supuesto, sin malas intenciones.

Generalmente no existían ni siquiera peleas, y mucho menos actitudes antisociales.

Ahora, este remanso de armonía, se ha vuelto un espectáculo donde predomina el bullicio, como una forma de actividad recreativa. Es frecuente la visita de una concurrencia que habla solo el idioma de las groserías, y acostumbra a beber dejando el correspondiente basurero detrás. Una práctica que afecta el entorno y no es controlada por nadie.

El basural detrás de La Playita de 16.

En una cafetería cercana se pone la música a todo volumen, que quizás sea para dejar sordos a los que allí se sientan a consumir. También se hace karaoke, aunque solo se atrevan a cantar y a bailar los más borrachos. Casi todos los empleados te atienden con malas maneras y te miran como si les debieras algo. Aquí, hay productos que tienen un precio mucho más elevado que en otros sitios.

Han colocado juegos inflables para que los niños salten y suelten la energía. Por doquier se ven timbiriches y pequeños restaurantes, ofertando refrigerios y bebidas, incluso calientes.

El fin de semana, es cuando más se llena. Se ven motos, autos antiguos y modernos, parqueados en derredor. Los bicicleteros atraviesan las aceras vendiendo maní, rositas y dulces. Jóvenes escandalosos se ponen escuchar y a cantar reguetón, las chicas bailan con movimientos grotescos. Mientras los niños chillan y corretean.

En fin, es como una “gran olla de grillos” de cara al mar.

La costa permanece con su diente de perro y sus erizos, rompiendo el calzado y enterrándose en los pies de los que se aventuran a bajar por las rocas para meterse en el agua.

Cayendo la tarde la playita comienza a vaciarse.

Paisaje que se transforma, o personas que transforman el paisaje. Ya no queda otro remedio que recordarla como fue en décadas anteriores.

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