La cosa humana: ausencia de originalidad

Irina Pino

De “La cosa humana”

HAVANA TIMES — Acaba de ser estrenada en los cines capitalinos La cosa humana, dirigida por Gerardo Chijona, el mismo realizador de Adorables mentiras –que resultó en la década del 90 una fuerte crítica hacia la doble moral–.Esta nueva comedia tiene un toque de mafia, y pretende rendir tributo a películas como El padrino, de Coppola, y a la serie televisiva Los Soprano, donde la violencia es la mejor manera de solucionar los conflictos.

En la trama existen dos mundos: el de la delincuencia, regida por un Godfather cubano, interpretado por Enrique Molina –quien se proclama empresario y tiene su propia filosofía para justificar el delito–.Un capo instruido que cita frases literarias en todo momento a modo aleccionador, también un conocedor de la literatura, pero sin escrúpulos a la hora de ordenar una tortura. Este es secundado por dos jóvenes ladrones (Héctor Medina y Carlos Enrique Almirante), que viven atemorizados y cumplen con los trabajos que este hombre les encarga.

Del otro lado está el mundo literario, donde un consagrado escritor (Vladimir Cruz), ya no escribe un libro de éxito y trabaja impartiendo talleres literarios en la prisiones. De igual forma, su matrimonio está en crisis.

La acción comienza cuando este par de ladronzuelos entran a la casa del escritor y se llevan su laptop y el manuscrito de un cuento, guardado en el bolso de su esposa (escrito a mano y sin copia). Uno de ellos, tiene una inclinación hacia la literatura y ve la oportunidad de ganar un concurso literario, plagiándole la obra al verdadero autor.

Hay personajes ridículos como Shatila, una chica policía que escribe poemas horrorosos y seduce al escritor. Esto pudiera interpretarse como que los policías son incapaces de lidiar con la literatura y son brutos. La muchacha ata en la cama al escritor y lo sodomiza, pues piensa que el “dolor es necesario” y lo ayudará a crear.

Esta pareja sui géneris se la pasa dialogando con fragmentos poéticos, recurso ya utilizado en el largometraje argentino El lado oscuro del corazón, que aquí pierde su efecto por lo intrascendente de la relación amorosa. Se retrata al escritor como un fantoche estereotipado, falto de humanidad, una persona que trabaja con las palabras no habla como escribe.

Se plantean los concursos literarios amañados, donde el personaje de Osvaldo Doimeadiós encarna el presidente del jurado, a quien el escritor trata de sobornar, instándolo a darle el premio y a compartirlo con él, ya que parte del dinero lo puede ayudar a resolver sus problemas económicos.

Todas estas peripecias intentan hacernos reír y reflexionar, sin embargo, su pretensión de comedia inteligente al estilo de Woody Allen, armada de alegorías al celuloide y de intertextualidades literarias, no logra su objetivo: el guión es flojo, los actores expresan sus ideas con marcada falsedad y se respira una pobre dirección de actores.

Tempo demasiado lento, fotografía nada espectacular, y escenas que no aportan nada a la acción principal se suman, el resultado es solo una comedia hueca, otra más en la larga lista de las peores películas cubanas.

No es nuevo en el cine nutrirse del cine de otros autores en aras de buscar lo original, pero aquí hay ausencia de arte, Chijona se queda en cueros.

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