¿En nombre de Dios?

Irina Pino

HAVANA TIMES — Un familiar cercano que estudió en la escuela religiosa Los Hermanos Maristas, me contaba que había un cura que le acariciaba la cabeza, y algunas veces le daba un beso en la mejilla…, esto me hizo caer en el tema.

Cada vez que escucho sobre un crimen de la iglesia católica me enfurezco, y desacralizo aún más mi pensamiento acerca de esa religión y de todos los que la usan para manipular a seres inocentes a su conveniencia.

Ya se sabe a través de la historia cómo se torturaron y quemaron en la hoguera a millones de mujeres acusadas de brujas. Aunque al principio fue la iglesia la que realizó los juicios, más tarde sustituidos por tribunales civiles.

También la inquisición y las cruzadas, fueron generadas directamente por los papas y la iglesia. Últimamente se han conocido en los medios masivos muchos actos de pedofilia contra niños por parte de religiosos desde la lejana fecha de 1940. Llevados al conocimiento público a comienzos de 1990.

Perpetrados en orfanatos, seminarios, hospitales, parroquias y organizaciones de asistencia social, por un número elevado de religiosos en Estados Unidos, Australia, Irlanda, Alemania, etc. Pero lo más condenable de los hechos es su omisión por el papa de turno, secretos guardados misteriosamente por años, que al ver la luz, se convierten en sacrilegios tangibles contra seres indefensos.

Ahora recuerdo el filme La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, el cual fue prohibido en muchos países, repudiado por la iglesia, incluso se quemaron salas de cine. Aquí, en la televisión cubana, no se llegó siquiera a exhibir –alegando rotura de la copia–.

Aunque después la vi en casa de un amigo, y pude apreciar la controvertida “tentación” que no se quería mostrar. Por aquella fecha el gobierno ya había tenido una apertura con el poder papal, por lo que fue necesario obviarla. ¿Y qué cosa significa esta tentación frente ante lo antes expuesto?

El cine ha realizado muchas películas que tratan sobre lo inhumano de la iglesia católica, como los títulos El nombre de la rosa, basada en la novela de Humberto Ecco, donde se asesina por alcanzar el conocimiento, y se cometen impunemente pecados espirituales y carnales. Las hermanas de la Magdalena, sobre la vida de jovencitas confinadas en un convento en los 60’s. Madres solteras, y muchachas con alguna peculiaridad en su modo de comportarse ante las buenas costumbres. Ellas son aisladas por atreverse a romper las reglas de una sociedad educada en el catolicismo.

Y recientemente, Filomena (de 2013), dirigida por el británico Sthepen Friars e interpretada por Judy Dench. Es la historia de una anciana que busca el paradero de su hijo.  En su juventud vivió internada en una abadía por haber “pecado” antes del matrimonio.

En ese lugar eran encerradas muchas jóvenes como esclavas de las monjas, que apenas podían ver a sus hijos –solo una hora al día–. Allí se traficaba con los niños, arrebatándoselos a sus madres, y posteriormente vendidos a padres adoptivos ricos, casi siempre extranjeros. (Estas dos últimas películas son basadas en hechos reales).

Repugnantes sucesos cometidos por la iglesia católica, que en nombre de Dios y su poderío manchado de sangre; se cree con derecho a disponer de vidas ajenas.