Luchando contra la muerte

Irina Echarry

Foto: Samantha Levins

En una entrada anterior comentaba sobre la enfermedad de un perrito de mi edificio llamado ¡Oh! y la relación con Roly, su dueño.  Allí finalicé diciendo:  “Quizá Roly siga los pasos de ¡Oh! cuando la muerte ande rondándole y, como él, se aleje del mundo para morir poco a poco, solo.”

No sé por qué escribí eso, me dejé llevar por la imagen tan conmovedora de Roly llorando a su mascota, pero no estaba en lo cierto.  Conozco a Roly desde hace muchos años y nunca lo he visto flaquear ante los dolores ni físicos ni emocionales.

Su fuerza de voluntad es admirada por todos en la cuadra.  Hace varios años sufrió una trombosis cerebral que lo dejó sin mover una pierna, aunque le mandaron ejercicios no había muchas esperanzas de que volviera a tener una vida como la de antes.

Pero Roly se esforzó y todos lo conocen por sus largos paseos en bicicleta (paseos que le reportan dinero pero no voy a decir en qué consisten).

Así estuvo años dándole a los pedales, buscándose la comida y guardando dinero nadie sabe para qué.  A veces pienso que solo intenta tener algo más que lo ate a la vida, aunque en el barrio tiene fama de avaro.

Hace un mes comenzó a sentirse mal, mucho cansancio, las escaleras lo sofocaban más que de costumbre.  Primero se negó a acudir al médico, luego fue solo y dijo que lo habían encontrado bien aunque la esposa averiguó y le habían ordenado el ingreso en un hospital.

Un fallo en el corazón lo hacía agotar, una arteria obstruida impedía su funcionamiento normal.

A mucho insistir Roly ingresó, sufriendo porque no podía dejar de trabajar (además de sus negocios, hace guardias nocturnas en un organopónico).

Le pusieron un marcapaso y ahora todo está ok.

El médico le recomendó caminar.   Comenzó bajando y subiendo escaleras, recorriendo la manzana, pero como Roly es tozudo ya emprende largas caminatas hasta la playa Bacuranao de ida y vuelta (unos cuantos kilómetros), se recrea con el paisaje y se ejercita.

Nadie duda que volverá a sus andanzas, que seguirá aferrándose a la vida.  Porque Roly, contrario a lo que aquella vez escribí, le huye a la muerte como si fuera su enemiga y el día que le llegue (aún no ha encontrado la fórmula para la inmortalidad) lo sorprenderá trabajando, ahorrando, “luchando.”

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