Lo que necesitamos es sumar

Irina Echarry

Una "bodega" donde las y los vecinos compran con su libreta de abastacimiento. Photo: Caridad

Rosa levanta la jaba al salir de la carnicería, luego de dos horas de cola:

¡Qué barbaridad!  ¿Cómo le explico a mi nieta que a estas alturas alguien se dio cuenta de que las salchichas no alimentan?

Por más de 50 años ha sido cuestionada, vapuleada o ensalsada por diferentes sectores de la sociedad.

Desde la misma mención que se hace de ella se conoce cuánto de ambiguo tiene su resultado:  Libreta de Abastecimientos (título otorgado por la oficialidad y más generalizado entre la población) o Cartilla de Racionamiento (nombre que le han dado algunas personas por lo poco que abastece y lo mucho que limita).

A fines del año pasado se corría la voz de su eliminación, pero ya en enero de 2010 hemos comprobado que solo era eso: “una bola.”

Con algunos cambios, por supuesto.

La sal (recuérdese que somos una isla) ha sido nuevamente restringida y ahora de 1kg mensual por persona (hasta el año pasado) nos venden  para un trimestre una cantidad que varía según los integrantes del núcleo familiar -por ejemplo: 1 kg para una o dos personas, 2 kg para tres o cuatro personas, etc.

Pero lo que más preocupa al pueblo (que en su mayoría no es vegetariano) tiene que ver con los niños.

Desde hace mucho tiempo, con más o menos frecuencia, lo único que llega a la carnicería es: 5 salchichas,  3/4 libra de picadillo de soya y una libra de pollo (esa es la cantidad per cápita), una vez al mes.

Rosa tiene motivos para estar sorprendida.  Su nieta tiene 10 años y prácticamente se ha mantenido con esa dieta.  Las salchichas son la salvación de muchos adultos porque sirven para la merienda diaria que deben llevar los niños a la escuela.

A partir del mes de diciembre, para los más pequeños del hogar, quedó eliminado el derecho de adquirir estos productos.   Una nota publicada en el periódico Tribuna de la Habana, aclaraba que no alimentaban lo suficiente y que nuestros infantes recibirían en cambio una libra de picadillo de res mensualmente.  ¡Qué bueno! pudieran pensar muchos (que tampoco sean vegetarianos), el Estado se preocupa por la buena nutrición de los niños.

Pero Rosa sabe que con solo una libra de picadillo no podrá dar de comer a la nieta por todo un mes.  Tendrá que ceder sus salchichas para la merienda de la niña o cambiar el dinero de su jubilación en CUC (hard currency) y comprar pollo en la tienda de divisas.

Antes lo hacía de vez en cuando, pero ahora tendrá que hacerlo con más asiduidad.  Por eso está angustiada.  Coincido con ella en que lo que se necesita no es restar, sino sumar.

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