El problema de Dora

Irina Echarry

El Hostpital Hermanos Almejeiras. Foto: Raquel Pérez

HAVANA TIMES — Dora es una cubana entradita en años que vive en el extranjero desde hace un buen tiempo, y le encanta. Quisiera quedarse siempre allá, en ese país centroamericano donde vive con sus hijos, pero un contratiempo de salud la hizo regresar a Cuba.

Ella reprocha muchas cosas al país donde nació, lo encuentra feo, gris, pobre, pero tiene mucha fe en que los médicos cubanos van a salvarla de muerte por cáncer. Además, está la cuestión económica: aunque todos tienen trabajo, les hubiera resultado muy difícil enfrentar los altos precios de la operación, los medicamentos y la radioterapia que ella requiere.

Dora es una de las pacientes que en noviembre del año pasado vio interrumpido su tratamiento contra el cáncer en el hospital Ameijeiras, cuando una de las piezas del acelerador lineal de radiaciones ionizantes se averió. Pero es también una cubana que sabe defender sus derechos y durante los dos meses que duró la rotura del equipo no se cansó de hacer preguntas y de exigir respuestas.

Lo único que consiguió fue ―además del mote de conflictiva― declaraciones extraoficiales sobre los trámites para comprar y traer la famosa pieza de repuesto. ¿Quién se demoraba y por qué? Nunca lo supo.

¿Por qué tanta dilación? Cuando el equipo dejó de funcionar, Dora (como los demás pacientes) ya había recibido varias sesiones de radiación; estamos hablando de algo delicado, tan delicado como la enfermedad que padece.

Angustiada porque el cáncer no entiende de treguas y por las consecuencias de esa larga pausa en el tratamiento preguntaba a los médicos si eso no traía mayores complicaciones, y obtenía respuestas desconsoladoras: Bueno, esto no debiera ocurrir, pero no se preocupe… hay que esperar.

Y esperaron. Los pacientes no fueron reubicados en otro centro con un equipo similar. ¿Falta de capacidad o de gestión?  Si fue lo segundo, quizá pudieron haber llegado a un acuerdo con el hospital Oncológico y, si era preciso, trasladar a los técnicos del Ameijeiras para dar las radiaciones a sus pacientes aunque fuera de noche o de madrugada.

Dora no se resignó, por suerte tiene amistades que le resolvieron (casi al cumplirse los dos meses) otro tipo de radiación. Y ahora nos enteramos de que la pieza ya llegó al hospital.

No sé si esta experiencia hará tambalear su fe en la medicina cubana o si logre hacer distinción entre la calidad médica y la ineptitud de los funcionarios de Salud Pública.

A pesar de todos estos problemas ella no ha regresado a donde vive con sus hijos, se ha quedado aquí comiéndose el cable y solo se irá cuando esté sana.

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