El nuevo vecino

Irina Echarry

Almuerzo en el puesto de trabajo. foto: Irina Echarry

Desde que tenía 3 años vivo en el mismo apartamento, en último piso del edificio.  La ubicación no es tan mala dentro la monotonía urbanística del reparto Alamar.  Hay una fábrica en una esquina, en otra el paradero de las guaguas, muchos flamboyanes y, por supuesto, edificios.

Mi edificio tiene 20 apartamentos y se inauguró en 1973, o sea, hace varios añitos.  Resulta que nunca ha sido reparado.  El deterioro ha tenido en él su campamento por mucho tiempo.  La fachada despintada y los trozos de concreto que de algunos balcones se han desprendido, no es lo peor que tiene el inmueble.

Lo peor es la filtración.  Durante mucho tiempo he visto correr el agua limpia que viene del cielo en temporada de lluvias, ciclones o simples aguaceros invernales.

El pretil (muro de la azotea) está rajado y el arreglo debe hacerlo una empresa constructora, no solo por la delicadeza del trabajo sino por los materiales que lleva.  Mi madre ha recorrido cuanta oficina le han aconsejado, ha escrito cartas a diferentes instituciones, ninguna ha dado respuesta y mientras, el techo de mi casa sigue en una cuerda floja.

Hace poco visitó mi hogar una arquitecta de la Vivienda y determinó que había que demoler el pretil, porque una simple reparación no tenía sentido.  Enseguida pensé en las consecuencias que traería para mi familia la demolición de una parte del techo si no hay garantías de reconstrucción.

Ya no me preocupa tanto, pues la demolición tampoco será inmediata.

Hace unos meses se mudó para el edificio un nuevo vecino.  Enseguida empezaron las especulaciones: “es un gerente,” “el Partido lo necesita en el municipio, por eso le da casa aquí,” “dice que va a solucionar algunos problemas,” bla bla, bla… El imaginario popular de la cuadra se disparó.

Y hasta hoy ese vecino no se ha pronunciado por un cambio en la edificación.  Trajo una brigada para su apartamento y según cuentan cambió hasta el piso, todo lo puso nuevo. Instaló tanques grandes para acumular agua (de vez en cuando tenemos períodos de poca entrada del líquido a la cisterna), puso rejas en el balcón y el patio, modificó la vivienda a su antojo y comodidad.

Los trabajos duraron poco tiempo, el suficiente para que todos los habitantes del inmueble viéramos salir los escombros y llegar los materiales.  Es bueno que todos pudiéramos hacer lo mismo. Normalmente es difícil lograrlo por los altos precios de los materiales, pero nuestro nuevo vecino no tuvo que pagar esos precios, el Partido parece haberlo ayudado bastante.

Puede que hasta hayan hecho algo en la parte del techo que les toca.  Así que esta temporada primaveral la mayoría de nosotros seguiremos viendo el agua correr por las paredes a la vez que pensamos que el Partido pudo habernos ayudado a todos por igual, sin crear diferencias.

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