El experimento, la huelga y la gente

Irina Echarry

100 y Boyeros

HAVANA TIMES – En el programa oficial de la Mesa Redonda, varios funcionarios han dado “seguimiento” al tema del transporte. Sentados cómodamente, confiados en que sus palabras son la verdad, explican cómo se implementarán las nuevas medidas que regulan el “experimento” implantado en la capital para “ordenar” la actividad de transportista privado*.

Mientras, en la calle, los taxistas han decidido pasear sus carros por la ciudad, sin recoger a la gente. Se dice que evitando la confiscación de los vehículos. Cuando el Gobierno supo de la huelga anunciada amenazó a muchos para obligarlos a salir.

Cuando se le pregunta directamente a algún botero, no mencionan la palabra huelga. Hay casos en los que es evidente que mienten, pero hay otros en que la desconocen. ¿Huelga?, me dijo un señor de 60 años que maneja un Chevrolet azul, ¿tú estás loca?, aquí eso no se puede hacer. Su rostro no denotaba malicia,  sino convencimiento. 

¿Resultado? Caos total en las calles.

El día 7, comienzo de dicha huelga y del paquete de medidas, parecía que no habría problemas. Nadie sabe de dónde salieron, pero circularon varias guaguas en las diferentes rutas de la capital. Sin embargo, tampoco sabemos dónde se metieron después, pues la realidad es que ahora hay muy pocas y van repletas.

Hoy el parque El Curita está casi desierto, un sitio de donde salen taxis para varios puntos de la capital. Agarrar “algo” en el puente de 100 y Boyeros es un milagro  o en la calle 23, así como tratar de llegar al Vedado desde la calle Neptuno en Centro Habana, y así sucesivamente.

Regresar para Alamar después del trabajo o la escuela es una odisea, que puede estar matizada por diferentes opciones. Hay quienes van hasta el Vedado a la primera parada del p11 y los ruteros. Otros insisten desde La Habana. Horas intentado atajar las guaguas, porque no se detienen en las paradas, empujones para subir, empujones para bajar de ellas.

Cualquiera pensaría que son pocas las personas que acuden a los taxis como solución diaria, pues de La Habana a Alamar cobran 20 pesos. No es así, y este caos lo demuestra.  A decir verdad, los taxistas tienen todo el derecho a hacer su huelga y defender sus intereses. Sin embargo, la gente en la calle no lo recibe bien.

Son las tres de la tarde. Una señora llega al fondo del teatro Martí donde reina el desespero. Los almendrones pasan de largo sin mirar la aglomeración.  Algunas personas hacen señas, otras se ubican en plena calle para caerles encima, y muchas se resignan a una espera más pasiva. La señora pregunta despistada: “¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué ninguno para a recoger si ese es su trabajo? Llevo dos horas intentando llegar al hospital Naval”.

Como nadie le responde, me animo y le cuento que es una protesta por las nuevas medidas implantadas por el Gobierno contra los taxistas. La señora con cara de asombro acomoda, en la acera, una jaba grande llena de pozuelos con comida, sabe que “esto es para largo”.

De pronto varios se giran hacia mí, esperando que explique: ¿Cómo es eso de la protesta?

Me sobrepongo a la timidez, hago más o menos el cuento.  La gente continúa en la cacería y comentando:

-Ellos no tienen corazón, porque pasar así, ignorando a todos… 

-Mi hijo no ha llegado temprano a las clases en toda la semana.

– Esto está de pinga, ya me estoy  acomplejando,  vamos a ver dónde nos montamos, porque estos singaos no van a parar.

-Dale loco, para, te pago lo que me pidas -enseñando un billete sustancioso y casi encima del carro-.

Y así por más de una hora. Hasta que por fin un Plymouth rojo se detuvo. Frenazo brusco y sonoro, el chofer con el ceño fruncido y de mala gana suelta: 3 fulas, sino, no hay viaje.

El enjambre que se había acercado retrocedió.

La señora dejó su jaba en la acera y se acercó: “¿ustedes creen q así le hacen daño al Gobierno? Ellos tienen carro y no dependen de este servicio. Al que están perjudicando es al pueblo”.

El chofer: No me importa, el que no puede salir jodío soy yo. Qué va, me voy, por eso no se puede parar…

La señora: Pero están gastando gasolina, así pierden, ¿qué más les da recoger a la gente que les va a pagar?  ¿Y por qué tanto dinero si es el mismo viaje de siempre?

El Plymouth rojo acelera y se va. Ni los que estaban dispuestos a pagar 3 cuc (75 pesos) por 20 minutos de viaje pudieron montarse.

 

 

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