Buena energía para un buen concierto

Irina Echarry

Yassek Manzano, trompetista, y su grupo.

Hace unos días fui a un concierto con unos amigos.  Salimos de Alamar a las seis y media, pensando que no íbamos a llegar a tiempo pues el comienzo estaba señalado para las 7 de la noche.

Aún así llegamos a la parada con optimismo, solo uno de nosotros creía que era por gusto.  No llevábamos ni un minuto esperando cuando apareció la guagua y pudimos montarnos sin problemas, incluso nos sentamos, algo que casi nunca sucede.

Los trabajadores del Museo de Bellas Artes, como siempre, intentaban colar a todo el que estaba en la entrada.   Gracias a ellos logramos entrar y nos sentamos en la escalera pues ya estaban ocupados todos los asientos.  En otros teatros es difícil acceder sin las papeletas compradas con anterioridad, pero en este nunca es tarde.

Para nadie es un secreto que escuchar al trompetista Yassek Manzano es disfrutar de un placer indescriptible.  No sólo porque es difícil traducir en palabras lo que se siente cuando el buen jazz nos penetra, sino que la sensación de bienestar que inunda nuestra mente y nuestro cuerpo son muy intensas.  Sé que no estoy innovando nada, solo quiero resaltar lo agradable que resulta sentir tanta energía positiva en un concierto.

Yassek, a pesar de haberse codeado con grandes del género, mantiene mucha naturalidad en la escena: jaranea con la gente, piropea a sus acompañantes femeninas, alaba a todo el que se sube al escenario (en este caso el cuarteto Amadeo Roldán de música clásica, Yanet Valdés quien interpretó jazz al estilo lírico y Emilio Morales, un destacado pianista) y agradece al público constantemente por estar ahí.

Yassek Manzano y su grupo.

Es una actitud común en los jazzistas jóvenes, acostumbrados a descargar con los amigos en espacios pequeños, más íntimos, casi siempre entre músicos.  Los jóvenes no se desprenden tan fácilmente de la camaradería aunque hayan recibido premios internacionales o nacionales y sean hoy artistas renombrados.

Se pudieron escuchar piezas de su autoría y versiones de otras como es el caso de Alma Mía, la que interpretaba Benny Moré o Drume Negrita.

A la salida del teatro, acostumbrada a tener que esperar mucho para regresar a la casa, me sorprendió montarme en una guagua y sentarme, otra vez.  Viajar relajada, escuchar buena música, en un ambiente agradable… ahora que lo cuento me surge una duda ¿habrá sido un sueño?

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