¿Nos envenenamos sin saber?

Irina Echarry

Era 30 de diciembre y como todos sabemos por esa fecha los comercios cubanos cierran más temprano o no abren.  No quedaba otra alternativa que hacer las compras necesarias si no quería morir de hambre durante los días feriados.  Erasmo me acompañó al agro, debíamos comprar frutas y vegetales para contrarrestar la gripe que no quiere soltarnos. Llevé la cámara pensando que siempre hay algo nuevo por ahí… Y bien que nos vino.

Además de disfrutar del clima agradable, de mi perro que corría hacia todas direcciones, durante el camino no dejamos de sorprendernos con la basura amontonada en cualquier sitio y la cantidad de baterías de autos que hay en las calles.  Siempre conversamos sobre cómo mejorar nuestro entorno, hace poco el periódico Granma sacó un artículo sobre el saturnismo, la enfermedad que produce la contaminación por plomo y ahora nos convencimos de que hay que hacer algo más para que la gente sepa a lo que todos  estamos expuestos.

Saqué rápido la cámara y el viaje se convirtió en un paseo preocupante.  Muy cerca de edificios de viviendas,  en basureros o jardines, están las baterías desechadas por personas inconscientes o ignorantes, por ejemplo, de la cantidad de metales pesados que contienen estos desechos sólidos.

En un jardín de la zona 6 de Alamar nos detuvimos a sacar una de las fotos, un vecino preocupado nos gritó desde el 4to piso ¿qué buscan ahí?, a lo que respondimos inmediatamente y seguimos nuestro camino.  Al regresar por el mismo lugar, el vecino ya estaba en los bajos del edificio con las manos en la cintura y un tabaco en la boca, de forma descompuesta volvió a preguntar lo mismo, haciendo énfasis en el verbo “buscar.”

Con paciencia y acostumbrados al mal efecto de las cámaras en los seres humanos (al menos en Cuba),  respondimos que solo sacamos fotos de las baterías, que no buscamos nada sino más bien las encontramos.

El señor no bajó la guardia, solo viró un poco el ángulo y respondió que los vecinos dejan las baterías donde quiera, que tienen que quitarlas de ahí, refiriéndose al jardín y los garajes.

Pero tampoco este señor tan iracundo se notaba preocupado por las consecuencias de esta acción sino más bien por el ornato del lugar.  Entonces, luego de sacar las fotos, comprar la comida y regresar a casa, decidimos hacer algo más serio para los lectores de HT, investigar un poco sobre el tema.  En eso estamos.

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