Encontrando optimismo e independencia en Gibara, Cuba

Graham Sowa

Gibara se encuentra al otro lado del túnel.

HAVANA TIMES – Al igual que la Ruta Estatal Numero 1 de California, el camino que lleva a Gibara, en la oriental provincia de Holguín, abraza la costa a través de giros y vueltas mientras la tierra cae en picado vertical de 90 grados hacia el agua espumosa que se encuentra abajo. Las olas rompen sobre las rocas y restos de naufragios.

La vista tiene prioridad sobre los otros sentidos. La mirada cambia del océano hacia tierra firme a medida que el pueblo se levanta, sin prisa, desde su posición privilegiada, con vista a su puerto y flota pesquera.

Hay una sensación de abandono que aumenta cuando el transporte,  cualquier forma que sea, que usaste para llegar allí se apaga. El silencio es abrupto como un disparo.

Decidí ir a Gibara por un capricho y llegué con suerte.

Mi impresión del esplendor natural de la aislada Gibara se abrumó rápidamente por los sentimientos de independencia y optimismo ambicioso que mostraron algunos de los habitantes humanos de la ciudad.

La mayoría de las entradas a los pueblos y ciudades cubanas están marcadas por carteles genéricos con consignas revolucionarias y citas atribuidas a José Martí, o uno de los Castros. No ocurre así cuando se entra a Gibara.

Uno pocos kilómetros en las afuera de la ciudad, a lo largo de la carretera,  cada dos o trescientos metros, se encuentran monumentos de cemento con la efigie, el nombre y la fecha de nacimiento y muerte de los soldados caídos que llamaron a Gibara su casa.

Lo que más me sorprendió fue la cantidad que murió en 1988, haciendo el último sacrificio por derrotar el apartheid en Angola.

Hay una bifurcación en la carretera, a la entrada de la ciudad. Gire a la derecha y usted tendrá el placer de pasar por un túnel de una sola vía. Así es como el tren entraba a este lugar antes de la suspensión de la línea, un año antes de la Revolución.

Si sales al otro lado del túnel serás perdonado si piensas que el calendario se fija permanentemente en ese año (1958).

Gibara se ha ganado su ambiente independiente. Al estar tan aislado en la costa atlántica, se ha recuperado de los innumerables huracanes desde su fundación siglos atrás. Más recientemente, sufrió dos golpes: Ike y Sandy. Aquí, la confianza en sí mismo no es el tema de un discurso oficial, sino una forma de vida.

De la misma forma que la ciudad sobrevive a los huracanes, también parece que la tradición católica no ha sufrido lo peor durante los años de la Revolución, cuando tal culto era mal visto.

Me encontré con una iglesia brillantemente restaurada con una congregación que desprendía un sentido de comunidad. Vi conversar a monjas y laicos después de la misa, mientras el coro de jóvenes realizó un ensayo después un partido.

En La Habana las puertas de las iglesias generalmente están cerradas con llave, a menos que haya misa. La última cosa que se quiere es que la gente se reúna, ¿verdad?

En Gibara el sentimiento de comunidad no se limita sólo a los rituales supersticiosos, también está presente en los que practican a las artes.

Al frente de la iglesia se encuentra el cine Jiba, que acoge cada año al Festival del Cine Pobre de Gibara. Bueno, no todos los años, en este año el evento se canceló debido a la crisis económica. Supongo que el aislamiento de Gibara fue el factor que más pesaba.

Pero la gente agradable que trabajan en el teatro, dijeron que el próximo festival se realizará en abril de 2014, “probablemente la segunda semana del mes”.

Aparte de los festivales de cine pobre de la ciudad también se celebra el Festival de Teatro a Orillas del Mar, un esfuerzo de intérpretes locales y estudiantes universitarios de Holguín con los que tropecé mientras fisgoneaba alrededor del teatro.

Me dijeron que el Festival Internacional de Baile de Tango se encuentra entre los eventos de 2015.

La mentalidad de hágalo usted mismo estaba por todos lados. Al mirar a través de la ventana del teatro me pareció que la diminuta Estatua de la Libertad en la plaza, con una cuerda que llega hasta la antorcha, estaba, de hecho, muy bien situada.

Y no piense ni por un segundo que esta cuerda está conectada a una antigua planta eléctrica de aceite. Hay una granja eólica moderna en el lado oeste de la ciudad con un par de docenas de turbinas produciendo.

El otro recordatorio de modernidad, además del parque eólico, es el optimismo que rodea a la creciente industria turística. Los cubanos se han acostumbrado a alquiler sus viviendas como “casas particulares” durante muchos años. La gran novedad de Gibara es el Hotel Ordoño.

Resucitado de la casa-almacén del magnate naviero del pueblo del siglo XIX, el señor Ordoño, este hotel-boutique de unas 20 y tantas habitaciones es dirigido por Cubanacan, y es el único que he visto en la Isla que merece sus cuatro estrellas.

Después de charlar un poco con la recepcionista di un recorrido por el lugar, de arriba abajo.

Todas las habitaciones tienen camas matrimoniales y techos muy altos. Las habitaciones más grandes son la antigua cocina y el dormitorio principal. Este último se ha completado con la restauración de un cuadro que se encuentra en el baño, y que data de la construcción original del edificio. Este cuadro fue pintado por un artista italiano que el anterior propietario trajo desde Europa.

En este momento, al igual que el pintor del fresco del baño, los únicos turistas que frecuentan el nuevo hotel son italianos que llegan lunes y jueves desde la Playa Guardalavaca, en paquetes de viaje de una sola noche. Probablemente por esta razón lo encontré completamente vacío durante mi gira improvisada.

El optimismo en torno al turismo está presente, también, en otras partes de la comunidad. Ha surgido un gran número de restaurantes privados (paladares). Comí más pescado de lo que debía en un restaurante llamado “Las Terrazas” (todos los lugareños lo llaman “la casa de Michael”) por cerca de cuatro dólares.

Aunque el lugar estaba más concurrido de lo que debería para un pueblo tranquilo, y alejado de una gran ciudad, el camarero respondió felizmente a mis preguntas.

Lo que más me sorprendió fue cuando él comentó sobre el costo de los bienes raíces. Me dijo que en Gibara una casa costaba desde 15.000 USD hasta 20.000 USD, y que es una casa que necesita reparaciones. Me explicó que esa misma casa en Las Tunas, capital provincial, costaría 4.000 o 5.000 USD.

El mercado está de acuerdo: Gibara es un lugar codiciado.

Durante mi breve visita respiré un aire de independencia y optimismo que no he encontrado fácilmente en otras partes de Cuba. Me quedé con una muy buena primera impresión de este pequeño pueblo al final del camino.

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