Cómo se utilizan las nuevas tecnologías en Cuba

Graham Sowa

HAVANA TIMES — Los IPhones, Blackberrys, computadoras portátiles y todo tipo de “ipads” son cada vez más comunes en La Habana. Esta nueva generación de dispositivos electrónicos personales está llena de las últimas aplicaciones, películas, programas de televisión y programas noticiosos. Esto está ocurriendo con menos del 5% de la población conectada a Internet.

A medida que estos dispositivos de nueva generación se descubren en Cuba, los mundos analógicos y digitales se mezclan en proporciones que no son vistos con frecuencia en otros países.

Y esto podría probar que todo lo que piensas acerca de que la tecnología moderna, inevitablemente, destruye las redes sociales “reales” es tan anticuado como un monitor CRT que parpadea.

Hace dos semanas viajé en un vuelo directo de Miami a La Habana. La primera vez que lo hice, 2 años atrás, era uno de los dos o tres estadounidenses en el avión. La semana pasada era uno de los cien o más.

Durante el trayecto entablé una conversación con algunos estudiantes estadounidenses que venían para Cuba. Creo que tenían una misión académica para su viaje de dos semanas, pero me imagino que la mayoría de ellos estudiarán la tolerancia al alcohol.

Además de explicar por qué Havana Club es un ron de segunda categoría, les respondí también sus interrogantes relacionadas con los teléfonos celulares, Internet y otros asuntos digitales. La ansiedad por la distancia tecnológica aumentaba a medida que descendíamos hacia el Aeropuerto Internacional José Martí.

Es una costumbre cubana aplaudir dos veces cuando el avión aterriza. En este caso las dobles palmadas fueron sustituidas por la costumbre estadounidense de sacar el teléfono celular y desconectar el característico “Modo de Avión”. Sin embargo, no hubo después conversaciones apagadas o mensajes de texto. Sin aplausos, sin teléfonos celulares, sin Internet móvil G4, estábamos en un limbo cultural.

Mientras nos bajábamos de la aeronave la mayoría de los pasajeros sólo miraban sus dispositivos planos, percatándose de que ahora tenían en sus manos unos relojes descomunales de $600. Sin embargo sé que si ellos hubieran tenido una orientación adecuada sobre cómo hacemos que estos mismos dispositivos funcionen en Cuba, tal vez la desesperación de ellos no habría sido tan abrumadora.

La primera vez que vi los teléfonos inteligentes en Cuba, me pregunté: “¿para qué”? Si no hay internet, nadie puede entrar o acceder a aplicaciones de redes sociales, no hay “planes de datos” o “puntos calientes”.

Pero era solo cuestión de tiempo para que los cubanos resolvieran estos problemas. Y lo hicieron de formal tal que demostraron que las viejas formas de hacer negocios, cara a cara, tienen un lugar en un mundo de los tecnófilos.

En Cuba el “App Store” es, literalmente, un lugar al que vas, casi siempre la casa de alguien, donde un grupo de inventores, encontraron la manera de descargar y almacenar la mayoría de las aplicaciones de dispositivos móviles Apple y Androide. Usted entra a la tienda, se sienta frente a una computadora y comienza a navegar en el disco duro las aplicaciones que desea pasar al teléfono. Sin necesidad de usar Internet.

Si por alguna razón el teléfono está “bloqueado” o todavía no ha “sido jailbroken ” esta “App Store” está más que preparada para hacer eso también. Y el teléfono recién abierto puede recibir ahora, sin usar Internet, las aplicaciones que cree que necesita. Por un precio, por supuesto, mucho menor de lo que en realidad pagarías online.

Los medios digitales se pasan de manera similar.

Nosotros usamos tarjetas de memoria y discos duros externos. Lo único que se almacena en una “nube” en Cuba es la condensación y la electricidad estática.

El otro día estaba viendo una película que un amigo pirateó y me pasó, una copia de buena calidad de 1080p, y durante los créditos apareció un mensaje: “250 gigabytes de nuevas películas, series, deportes y noticias cada semana: venga con nosotros por 1 CUC, nosotros vamos donde usted por 2 CUC… “y entonces aparecía el nombre de la persona y su número de teléfono. Así es, incluso Cuba ha descubierto un uso efectivo de “emplazamiento de producto”.

Así que por unos 2,25 USD una persona llegará a su puerta y le dejará copiar 250 gigabytes de flamantes marcas de medios digitales. Hay un descuento para suscriptores mensuales. Y antes de que usted piense que pueda ser mejor, no hay “comisiones de servicio”,  ni los impuestos por los Verison, Dish y Comcast son conocidos.

Si su dispositivo móvil u ordenador se rompiera por causalidad,  existen talleres de reparación para todo tipo de equipos electrónicos. Una vez más, estos son asuntos de barrios. No es raro ver a un trabajador en una mesa en el frente de una casa, en una calle concurrida, abriendo su computadora portátil, que vale más que el salario anual de la mayoría de los trabajadores estatales cubanos. Debo señalar que casi todo esto es emprendedores.

El tema común de todas estas actividades es que la interacción para que funcionen los dispositivos electrónicos ocurre a título personal. Se intercambian apretones de manos y chistes. No es difícil imaginar  las amistades que se establecen mientras se espera que se copien esos 250 gigabytes.

En este punto me siento un poco mal por idealizar la lenta progresión de Cuba hacia la conectividad digital. Así que por el bien de no avivar los fuegos ardientes en La Habana y Miami, permítanme aclarar que la gran mayoría de los cubanos no tienen teléfonos inteligentes o computadoras.

De hecho, la mayoría no tienen siquiera un teléfono celular. Las razones: El bloqueo, sí, muy bajo salario, sí. (Estoy seguro que si eso no es suficiente, lo voy a leerlo en los comentarios).

Pero además de las excusas más predecibles también conozco un número de cubanos que tienen dinero para esas cosas, pero no ven ninguna utilidad en un teléfono inteligente, un pad o un teléfono celular para sus vidas.

Pero aquellos que hemos aceptado el poder de las máquinas, hemos participado en la creación de una intersección interesante entre la tecnología digital y la analógica.

Los dispositivos que se supone deben minimizar la necesidad de ir más allá de nuestros dedos para descargar una aplicación, una película o una canción, están moviendo la gente a todo lo largo de La Habana, y estoy seguro que ocurre lo mismo en otras ciudades cubanas, para que el mundo digital funciona para ellos.

Las redes sociales y la vida digital son ahora grandes campos del mundo académico y empresarial. He leído todo tipo de estudios y conjeturas acerca de cómo las comunicaciones humanas están cambiando para peor o para mejor.

Algunas de estas voces, especialmente los que critican hacia dónde el estilo de vida digital está llevando a la humanidad, están tan atrapados en lo rápido que avanza la tecnología que no han sido capaces de ver como los medios se despliegan en formas que no son los establecidos originalmente. Rompiendo con lo tradicional, estos críticos asumen que la tecnología derrama humanidad. Cuba es un ejemplo de implementación digital atípica.

No creo que en la Isla el status quo digital, o la falta de este, se mantenga por muchos años más. Las personas con tarjetas SIM de Movistar procedentes de Chile ya tienen acceso a Internet en sus teléfonos, aunque se trate de una zona legalmente poco definida.

Supongo que internet y la conectividad llegarán en forma de torres de telefonía celular antes que los cables y conexión Wi-Fi gratuitos. (Por supuesto que no sé el plazo de tiempo para esto, ¿algunos años, quizás menos de 10?, ¿tal vez?)

Las ” App Stores” y las entregas domiciliarias se multiplicarán mientras el precio de Internet siga siendo alto, pero desaparecerán cuando el acceso se haga más universal. Inevitablemente el uso de dispositivos cableados e inalámbricos en Cuba será parecido al resto del mundo conectado.

Hasta entonces, el resto del mundo debe tomar nota mientras estas anomalías análogas existen en el emergente mundo digital cubano. Quizás en un futuro no muy lejano los humanos se cansen de mirar a una pantalla todo el día y decidan que todavía quieren sus dispositivos, pero de una manera que nos permita experimentar la humanidad sin un montón de 1s y 0s como intermediarios. Entonces desearemos haber prestado más atención a cómo se las arreglaron los cubanos durante la llegada tardía de la revolución digital.

Debo admitir que espero impacientemente el día que llegue a Cuba, encienda mi teléfono Androide y obtenga una sólida conexión a Internet antes de salir del avión. Pero quisiera no hacer esto antes de aplaudir un buen aterrizaje del piloto.

Cuando salía de Cuba hace dos semanas, le dije a la azafata cubano-americana que debía enseñar a los estadounidenses  a aplaudir cuando el avión aterriza. Ella me dijo, sin perder el ritmo: “No te preocupes, todo el mundo aplaude cuando aterrizamos en Miami.” Este comentario era más político que real. Cuando llegamos a Miami solo comenzamos a mirar nuestras pantallas.

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