Pacientes electrónicos sobre la cama

Utensilios de trabajo

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – Mi hermano tiene su refugio. Ese lugar al que regresa cada día, el espacio que lo cobija cuando las cosas van mal.

Cuando éramos adolescentes mi padre bautizó ese lugar como la cueva del oso. Ropa, zapatos, cables colgados en las paredes, esparcidos por el suelo y las peleas de mamá exigiendo orden en aquel caos perpetuo.

El chiquillo ha crecido, pero su pasión por reparar cosas sigue intacta. Cada vez que entro a su cuarto siento que me encuentro en una sala de operaciones, de esas en las que no se encuentran pies o cabeza.

Él conoce donde va cada pieza, es que mi hermano tiene un don. Con pocos utensilios de trabajo y en las peores condiciones hace magia, cual doctor en campamento de guerra. Sobre la cama le esperan cada día sus pacientes en coma. Radios viejos, lámparas, celulares en desuso. Todo esto desechado por sus dueños anteriores y donados para piezas.

Su talento nos ha sacado de varios apuros. Hace varios años recibí el pago por unas ilustraciones que hice para un libro infantil. Con ese dinero compré una tableta para mi hija. Pero tristemente el táctil dejó de funcionar antes del mes.

Lo guardé sin esperanzas hasta que un día él lo encontró y pudo adaptarle un mouse. Mi padre, que es otro genio del invento le construyó una base. Así la niña puede leer sus libros y ver esos vídeos de You Tube que vienen en el paquete semanal.

El móvil de mi mamá por ejemplo, es una adaptación. Con dos viejos armó uno y funciona. Solo coge 2g pero ella se siente feliz navegando por la redes aunque sea a la velocidad de una tortuga.

Recuerdo que el día que trajo una laptop, me dijo que no iba a durar mucho que la fuera usando mientras tanto, pero hace tres años de eso y continua en perfecto estado. Los dueños anteriores cansados de llevarla a varios especialistas desistieron. Se la regalaron para que la desarmara y cogiera las piezas. No podían imaginar que mi hermano fuera un mago capaz de transformar lo imposible.

Hace unos días le regalaron a mi papá dos lámparas y un radio viejo. En dos jornadas de trabajo el cirujano de la familia reconstruyó las lámparas haciendo adaptaciones con baterías de móviles viejos.

¡El radio quedó como una obra de arte! No solo resolvió el problema de las baterías sino que habilitó el puerto USB. Así mi mamá puede escuchar música y los programas radiales que tanto le gustan.

Si viviera en un país con más posibilidades para desarrollar su talento o contara con presupuesto para montar su negocio de reparaciones, su sonrisa fuera más amplia. No estuviera encaneciendo entre piezas en desuso y su móvil no estaría amarrado con un hilo para sostener las partes.

No pierde la esperanza de un futuro mejor, pero los años pasan y su realidad es la misma. Los amigos, como en la canción de Carlos Varela “hablan de desilusión, en silencio van al mar y se largan como los peces”

Él, se esconde en su refugio y allí entre proyectos fallidos y desilusiones derrama sus “lágrimas negras”.

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