Otro día más en Cuba

Amanecer en Cuba

Por Fabiana del Valle

HAVANA TIMES – “Aturdido y abrumado…” Así se encuentra Yosvany esta mañana, solo que los celos no tienen nada que ver. Ha despertado bajo la voz de Checo Acosta y el ladrido de Cuco en el cuarto de los tarecos.

Se revuelve en las sábanas, es temprano y le habría gustado dormir un poco más. El perro ladra escarbando en las cajas donde guarda las piezas de viejos equipos electrodomésticos. Seguro descubrió un ratón. Esta noche Yosvany pondrá de nuevo la ratonera a ver si lo puede atrapar.

Desde la sala, la abuela de su esposa achucha al perro. Aumenta de este modo la furia del animal que no parece rendirse en la tarea de cazar al escurridizo roedor, quien ya se habrá escondido en otra de las cajas.

…moozo, tráeme la copa rota”, casi llora Checo en el estribillo.

Yamiiiila, tráeme el café a ver si me puedo levantar de esta cama, piensa.

El olor de la bebida caliente se cuela por la puerta entornada, lástima que viene acompañado de sonidos incómodos.

Lo cierto es que cada despertar en esa casa suele ser un infierno para Yosvany y Yamila. La anciana se levanta desde temprano, enciende el reproductor mp3 a todo volumen, deja entrar al perro e invita a los vecinos a tomar café.

En varias ocasiones cuando abren los ojos la ven en silencio frente a la puerta del cuarto. ¡Suerte que Yosvany no duerme desnudo! Aunque ha pensado hacerlo para ver si así la señora aprende a respetar su privacidad, pero impera la educación que sus padres le han dado. ¡A las personas mayores se les debe honrar!

Cuando la abuela de Yamila le dijo que se fueran a vivir con ella no pensaron en las consecuencias. Resulta que cuidar una anciana es una tarea complicada, pero atender a María es una tarea de héroes.

No pueden dejar ropa olvidada en el baño porque corren el riesgo que la abuela la confunda con el papel sanitario. Los pocos recursos que consiguen ella los regala sin preguntar de dónde los sacaron o cuánto han costado.

La casa siempre está llena de vecinos y parientes que llegan a las horas más inusitadas y a los que se les debe obsequiar con una tasa de café. En ocasiones hasta hacerles comida. Estamos en Cuba, ¿por qué no avisan con tiempo? ¿Ahora qué hacemos? Pero siguen adelante sumidos en la desesperación.

Lo peor es que no hay marcha atrás. Hay días en los que piensan que es mucho mejor vivir en el cuarto que tiene Yosvany en casa de sus padres. Pero nadie quiere cuidar de Maria y no la pueden dejar sola. Toda la familia de Yamila sabía en lo que se estaban metiendo y nadie les advirtió.

Después del café y el primer cigarro de la mañana Yosvany intenta ver todo desde un mejor prisma e ignorar los aullidos del mp3 o la voz de la vecina chismosa que llega a tomar del café que acaba de colar Yamila.

Pero los asuntos del hogar son igual de inquietantes. Los ratones escurridizos que no termina de atrapar, el agua que no llega hace semanas, los cigarros que están perdidos y ya no los puede pagar. Cada día aumentan los costos y no sabe qué van a inventar para conseguir el dinero y comprar lo básico que les permita sobrevivir un día más.

Por lo menos hoy tiene otra historia que contarles a sus padres y hermana, juntos podrán reír un rato de las trastadas de Maria y así, aliñados con humor, los problemas serán más fáciles de digerir. Es hora de levantarse. Pone los pies en el suelo y fuera de la cama suspira.

En el mp3 suena un corrido mexicano, algo sobre coyotes y hombres desesperados que intentan cruzar fronteras.

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