Nadando entre dictaduras

Erasmo Calzadilla

A la señora dictadura la conocí desde pequeño en mi propia casa.  Ella establecía un orden cómodo y aceptado por todos, al menos hasta que yo crecí.

En el círculo infantil y sucesivamente en todas las escuelas por las que pasé los maestros fueron, de una manera o de otra, amigos del método dictatorial, el más eficaz (creían ellos) para controlar a los diablillos que abundan en las aulas de los barrios marginales, como el mío.

La dictadura estuvo en todas las organizaciones de masa y políticas en que participé, desde los CDR hasta la Juventud Comunista, donde un secretario general establecía sin contar con nadie (al menos con nadie de abajo) el tema a discutir en cada encuentro del comité de base.

Fui a su vez dictador con mis primeras novias que, por cierto, contaban inconscientemente con ello.

Mi primer grupo de amigos escogidos, aún melenudos y rebeldes, era conducido por un liderazgo fuerte, o se hundía en luchas intestinas.

Mis jefes, claro, también han sido dictadores, y los que se resistían a ello sendas jodiendas se buscaban con sus superiores y subordinados.[ and subordinates ]

Todavía hoy como profesor se me sale a menudo lo de dictador, pero más que eso, todos los programas que imparto son, con más o menos disimulo, confeccionados (no por mí) desde una perspectiva pedagógica dictatorial.

Una estructura tan firme que permea la sociedad toda y hunde sus raíces tan profundo en la historia no puede ser de la noche a la mañana extirpada. El cambio hacia otra manera de establecer las relaciones personales será, como es lógico esperar, fruto de una larga evolución y una larga lucha, también contra nosotros mismos.

Por ello no creo como algunos de mis coterráneos que la dictadura en Cuba sea impuesta por una familia, un partido o una oficina, y en correspondencia pueda ser derrocada con el desplome de dicha oficina, o con la “solución natural.”

No, otra dictadura se regenerará una y otra vez mientras no se geste una sólida cultura de la libertad, que incluya la libertad individual y esté sustentada en el desarrollo espiritual. Y aunque este vuelco parece más bien lejano, las personas que lo deseamos debemos reunir nuestras fuerzas para promoverlo y propiciarlo.