Erasmo Calzadilla

Fidel Castro

HAVANA TIMES — Este post es precedido por uno donde abordé las ideas pedagógicas que Ernesto Guevara plasmara en su obra: El socialismo y el hombre nuevo en Cuba.

En este trataré sobre la manera en que el Che entendía las relaciones políticas entre gobernantes y gobernados en la Cuba socialista; de guía me servirá el mismo texto.

Para Guevara la sociedad se hallaba distribuida de manera no homogénea alrededor del valor conciencia política, que era, a su vez, el sumum de la conciencia.

Muchas personas (la masa) tenían la desgracia de no poseer ninguna o tenerla tergiversada, pero había un buchito (los verdaderos revolucionarios) que estaba muy bien dotado. La conciencia política se asociaba, aunque no exclusivamente, a la comprensión del marxismo-leninismo.

En una sociedad así, ¿quién, según el Che, debía gobernar? Obviamente la masa no está en condiciones de ejercer tan difícil tarea sin peligro de extraviarse; sobre los verdaderos revolucionarios cae, pues, esa responsabilidad.

Pero no es que el Che fuera refractario a la democracia, no se deje engañar con esa bola boba; la cuestión es mucho más compleja.

Es cierto que en Cuba las iniciativas parten del alto mando -reflexiona el guerrillero- pero en realidad todo comienza un poco antes, cuando el máximo líder, mediante la intuición y el intercambio de vibraciones, logra interpretar a cabalidad los anhelos del pueblo.

Como resultado de tan excelente comunicación la masa acepta como suyas las tareas que el gobierno fija, y las cumple con entusiasmo y disciplina.

Guevara enfatiza que no se trata de caudillismo sino de un proceso de interrelación dialéctica cuyo momento clímax ocurre durante las concentraciones públicas. Es, también, una cuestión de fe.

¿Qué necesidad, pues, de instituciones democráticas?

No obstante -dice el Che- esas instituciones se van a ir creando, pues son necesarias para conseguir la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto.

Se van a ir creando, sí, pero sin demasiada prisa, y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, como las cámaras legislativas.

Mientras tanto la personalidad (es decir Fidel Castro) jugará el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.

¿Qué les parece? Yo, por mi parte, ya saqué mis conclusiones: ¿A Guevarilandia? ¡Ni de vacaciones!

Aquí dejo algunas citas extraídas del Socialismo y el hombre nuevo en Cuba.

Llegó la etapa de la lucha guerrillera. Esta se desarrolló en dos ambientes distintos: el pueblo, masa todavía dormida a quien había que movilizar, y su vanguardia, la guerrilla, motor impulsor de la movilización, generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo.

[…]

Es verdad que [la masa] sigue sin vacilar a sus dirigentes, fundamentalmente a Fidel Castro, pero el grado en que él ha ganado esa confianza responde precisamente a la interpretación cabal de los deseos del pueblo, de sus aspiraciones, y a la lucha sincera por el cumplimiento de las promesas hechas.

[…]

Vistas las cosas desde un punto de vista superficial, pudiera parecer que tienen razón aquellos que hablan de supeditación del individuo al Estado, la masa realiza con entusiasmo y disciplina sin iguales las tareas que el gobierno fija, ya sean de índole económica, cultural, de defensa, deportiva, etcétera. La iniciativa parte en general de Fidel o del alto mando de la revolución y es explicada al pueblo que la toma como suya.

[…]

Es evidente que el mecanismo no basta para asegurar una sucesión de medidas sensatas y que falta una conexión más estructurada con las masas. Debemos mejorarla durante el curso de los próximos años pero, en el caso de las iniciativas surgidas de estratos superiores del gobierno utilizamos por ahora el método casi intuitivo de auscultar las reacciones generales frente a los problemas planteados.

[…]

Maestro en ello es Fidel, cuyo particular modo de integración con el pueblo solo puede apreciarse viéndolo actuar. En las grandes concentraciones públicas se observa algo así como el diálogo de dos diapasones cuyas vibraciones provocan otras nuevas en el interlocutor. Fidel y la masa comienzan a vibrar en un diálogo de intensidad creciente hasta alcanzar el clímax en un final abrupto, coronado por nuestro grito de lucha y victoria.

[…]

Lo difícil de entender, para quien no viva la experiencia de la revolución, es esa estrecha unidad dialéctica existente entre el individuo y la masa, donde ambos se interrelacionan y, a su vez, la masa, como conjunto de individuos, se interrelaciona con los dirigentes.

Ya no marchan completamente solos, por veredas extraviadas, hacia lejanos anhelos. Siguen a su vanguardia, constituida por el partido, por los obreros de avanzada, por los hombres de avanzada que caminan ligados a las masas y en estrecha comunión con ellas.

[…]

El grupo de vanguardia es ideológicamente más avanzado que la masa; esta conoce los valores nuevos, pero insuficientemente. Mientras en los primeros se produce un cambio cualitativo que le permite ir al sacrificio en su función de avanzada, los segundos sólo ven a medias y deben ser sometidos a estímulos y presiones de cierta intensidad; es la dictadura del proletariado ejerciéndose no sólo sobre la clase derrotada, sino también individualmente, sobre la clase vencedora.

[…]

Esta institucionalidad de la Revolución todavía no se ha logrado. Buscamos algo nuevo que permita la perfecta identificación entre el Gobierno y la comunidad en su conjunto, ajustada a las condiciones peculiares de la construcción del socialismo y huyendo al máximo de los lugares comunes de la democracia burguesa, trasplantados a la sociedad en formación (como las cámaras legislativas, por ejemplo). Se han hecho algunas experiencias dedicadas a crear paulatinamente la institucionalización de la Revolución, pero sin demasiada prisa.

[…]

Fidel dio a la Revolución el impulso en los primeros años, la dirección, la tónica siempre, pero hay un buen grupo de revolucionarios que se desarrollan en el mismo sentido que el dirigente máximo y una gran masa que sigue a sus dirigente porque les tiene fe; y les tiene fe, porque ellos han sabido interpretar sus anhelos.

[…]

Así vamos marchando. A la cabeza de la inmensa columna —no nos avergüenza ni nos intimida decirlo— va Fidel, después, los mejores cuadros del Partido, e inmediatamente, tan cerca que se siente su enorme fuerza, va el pueblo en su conjunto sólida armazón de individualidades que caminan hacia un fin común; individuos que han alcanzado la conciencia de lo que es necesario hacer; hombres que luchan por salir del reino de la necesidad y entrar al de la libertad.

[…]

La personalidad juega el papel de movilización y dirección en cuanto que encarna las más altas virtudes y aspiraciones del pueblo y no se separa de la ruta.

 

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