Yo no quiero vivir 120 años

Por Elio Delgado Legón

En un Club de los 120 años de Camaguey. Foto: Agustín Borrego Torres/ cadenagramonte.cu

HAVANA TIMES – En Cuba, para nadie es un secreto que la población envejece cada vez más. Las causas son múltiples, pero hay dos fundamentales: la baja natalidad, también por diversas razones, y el desarrollo de la medicina y la atención médica, que ha logrado aumentar la esperanza de vida de poco más de 60 años que había antes de la Revolución, a casi 80 años que tenemos en la actualidad.

Los científicos han planteado y la realidad ha demostrado, que un ser humano puede llegar a vivir 120 años y más. En la Isla tenemos más de 2000 centenarios, muchos de los cuales gozan de buena salud, por lo que pueden aspirar a la meta de 120 años. Sin embargo, yo no quiero llegara allá.

Mis razones para no aspirar a arribar a tan avanzada edad son varias. Una de ellas es que aunque se tenga la mejor atención médica, uno va perdiendo facultades y aunque tenga la disposición para hacer las cosas no puede hacerlas. Yo hace poco cumplí los 80 y tanto el médico como mi familia me prohíben hacer muchas cosas. Otra razón para no querer llegar tan lejos es que uno va perdiendo familiares y amigos y se va quedando solo. Este último aspecto es el que más me golpea en la actualidad, y todavía estoy muy lejos de ser centenario.

En este año 2017 he perdido a los dos mejores amigos, casi como hermanos, lo cual me ha dejado una gran soledad.

Hace más de 40 años que yo vivo en La Habana, donde estudié Periodismo y me ofrecieron trabajo, pero yo soy de un pueblo pequeño llamado Santo Domingo, en la provincia de Villa Clara. Allí tengo dos hermanas, dos sobrinos y cuatro sobrinos nietos, por lo que todos los años viajo hacia allá para verlos y pasar dos o tres días con ellos. Cuando mis padres vivían, iba todos los meses y a veces más de una vez al mes. Entonces, la familia estaba más completa.

En el pequeño poblado tenía muchos amigos y compañeros de luchas pasadas, por lo que los días no me alcanzaban para visitar a algunos y toparme con otros en la calle. Constantemente me encontraba con conocidos, lo que me hacía difícil llegar de un extremo al otro del pueblo en poco tiempo. Las anécdotas, los cuentos y los recuentos de tiempos pasados nos consumían el tiempo sin darnos cuenta.

Poco a poco esa situación ha ido cambiando y ya puedo recorrer todo el pueblo sin tropezarme con nadie conocido. No porque hayan emigrado a otro país, sino porque el tiempo les ha ido pasando la cuenta a cada uno de ellos, y yo me siento allí como en un desierto, en una inmensa soledad, entre mucha gente que no conozco.

Quizás, dentro de unos pocos años, si la salud me sigue acompañando, la edad me impida hacer esos viajes y tenga que quedarme en La Habana, donde tengo mis hijos, mis nietas y mis biznietas, que me alegran la vida, pero poco a poco también tendré que dejar de ir a visitarlas, porque viven a grandes distancias de mí, por lo que tendré que conformarme con que ellas puedan visitarme, de tiempo en tiempo, porque tendrán múltiples ocupaciones y compromisos y se limitarán a hacerme una llamada telefónica de vez en vez, así que estaré solo con mi compañera, que espero me dure mucho, o tal vez acompañado de nuevos amigos en un asilo de ancianos, esperando, esperando. Por eso yo no quiero vivir 120 años.

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