Mi primer combate

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — Mi primer combate contra la dictadura de Batista no fue con armas de fuego. Fue con las armas de las ideas: escribí un artículo periodístico, sin yo saber lo que era, y lo envié a la emisora radial COCO de Las Villas, que tenía un combativo programa de denuncia y defensa de los intereses de la clase obrera.

Corría el año 1955 y la dictadura aprobó una ley que daba beneficios tributarios para la construcción de hoteles y facilidades para la instalación de casinos en hoteles y centros nocturnos.

Tal vez basados en esa misma ley, se autorizó la organización de casinos y casas de juego en todas las ciudades y poblados del país, durante tres meses.

En mi pueblo, como no había locales más apropiados, se montó un casino en la valla de gallos y, ocasionalmente, en el salón de la sociedad Liceo.

Yo sólo tenía 18 años, pero lo ocurrido durante esos 90 días me impactó. Conocí de personas de medianos recursos que quedaron arruinadas; de trabajadores que perdieron lo poco que tenían para llevar comida a sus hijos, y hasta de suicidios por esa causa.

También vi cómo los jefes de policía cobraban un “impuesto” a los banqueros de cada tipo de juego por la protección del lugar.

Terminada aquella pesadilla, se corrió el rumor de que el gobierno iba a autorizar la permanencia de esos antros de perdición.

Al saber aquella noticia, me dispuse a combatirla desde mi modesta posición. Yo era asiduo oyente de aquel programa de la COCO en Santa Clara, que estaba a cargo del entonces dirigente obrero Conrado Rodríguez, (quien después emigró a Estados Unidos).

Inmediatamente, redacté una carta en la que exponía lo que se comentaba; todos los riesgos a los que estuvieron sometidos los trabajadores en ese período y el gran negocio que eso representaba para el gobierno y la policía. Fue una carta bastante amplia, que dejaba ver todas las aristas negativas de esa práctica.

La carta fue firmada con mi nombre y apellidos y municipio de residencia y fue leída en el programa. Muchos compañeros de más edad que yo me hicieron cometarios positivos sobre lo expresado en aquel documento.

Al día siguiente, iba yo por la calle, después de terminar mi trabajo y se me acercó un policía con muy mala cara y me dijo: – Ven acá chico, ¿tú eres periodista?
–Yo no, ¿por qué? —le contesté.
–Y si no eres periodista, ¿pa` qué te pones a escribir a la emisora de radio?
–¿Para escribir a una emisora de radio hay que ser periodista?- Le respondí.
–Mira, ándate con cuidao.
Me dio la espalda y se fue con su mala cara.

No habían pasados 24 horas y fui detenido en la calle y conducido a la estación de policía, donde me encerraron en un calabozo. Luego me levantaron un acta y me acusaron de usar un pantalón parecido al de la guardia rural (era carmelita claro, muy lejos del color del uniforme militar). Tuve que poner 100 pesos de fianza y dejar el pantalón. Pude salir de allí tarde en la noche, luego de que se cumplieron todos los trámites.

A partir de ese día, fui detenido en varias ocasiones y remitido al tribunal de urgencia en Santa Clara, siempre sin ninguna prueba.

Andando el tiempo y luego del triunfo revolucionario, tuve la oportunidad de estudiar en la Universidad de La Habana y licenciarme en Periodismo.

Un día fui a mi provincia y monté en un autobús en el que trabajaba como conductor aquel mismo policía de mala cara que me preguntó una vez si yo era periodista.

No sé si me reconoció, pero cuando llegué al final de mi viaje me paré delante de él, le enseñé mi carné y le dije: — Ahora sí soy periodista.

Me miró sorprendido, pero no me dijo ni una palabra. Subió al autobús y se marchó.