La chicha de Curacaví

Elio Delgado Legón

En Viña del Mar durante el almuerzo. A la derecha, Briones y Oria de Castro, a la izquierda, Lidia Berra, (ambas ya fallecidas) y de espaldas, el autor de este relato.

HAVANA TIMES|— En un relato publicado en septiembre de 2014, conté que estuve en Santiago de Chile en 1973 y que los estudios que iba a realizar en la universidad fueron interrumpidos por el golpe de estado encabezado por Augusto Pinochet.

En los poco más de tres meses que permanecí en Chile, fueron pocas las actividades que pude realizar, fuera de la preparación del curso y la búsqueda de textos en la biblioteca de la escuela de Periodismo.

Un domingo del mes de agosto, dos de las compañeras que fueron a distintos cursos y yo, fuimos invitados por el decano de la facultad de Humanidades, de apellido Briones, a conocer Valparaíso y Viña del Mar, lugares de extraordinaria belleza, a pesar de que estábamos en pleno invierno sureño.

Salimos de Santiago como a las nueve de la mañana, en el carro del Decano, quien además nos sirvió de guía de turismo. La primera parada que hicimos fue en el valle de Curacaví, con sus extensos viñedos, donde entramos a una especie de cafetería, casi al aire libre, donde venden una de las bebidas más famosas de la zona: la chicha de Curacaví. Realmente fue una experiencia deliciosa, antes de continuar viaje hacia Valparaíso.

En ese recorrido tuvimos que atravesar un túnel de nombre Lo Prado, de 2,886 metros de largo, por debajo de una montaña, lo que ahorra decenas de kilómetros en ese recorrido.

Ya en Valparaíso dimos algunas vueltas por la ciudad para conocerla y continuamos viaje hacia Viña del Mar. En verano debe ser un lugar hermoso, pero en pleno invierno parecía una ciudad muerta, bañada por las olas del océano Pacífico, que no estaba muy pacífico que digamos.

Como ya era hora de almuerzo, cuando llegamos, fuimos directamente a un restaurante que está enclavado sobre el borde de la costa, de manera que da la impresión de estar en medio del mar.

Allí comí por primera vez, y creo que por última, un molusco conocido como loco, de nombre científico Concholeta concholeta.

El viaje de regreso hacia Santiago fue más rápido, pues no hicimos ninguna parada. Briones habló de llegar a Isla Negra para ver la casa de Neruda, pero temía llegar tarde a Santiago y no entramos.

Ya casi de noche, antes de entrar a la ciudad, nos detuvo una patrulla del ejército, que estaba registrando todos los vehículos y sus ocupantes, en busca de armas. En esos días, en todas las entradas a la ciudad se registraban los carros en busca de armas, y también centros de trabajo importantes, como industrias. Estaban preparando las condiciones para el golpe de estado de corte fascista, que unos días después acabó con el gobierno progresista de Salvador Allende y sumió a Chile en una larga noche cargada de crímenes que duró 17 años.

El viaje para conocer Viña del Mar en pleno invierno chileno no me dejó grandes cosas para recordar, pero lo que nunca podré olvidar es el loco y la chicha de Curacaví.

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