El significado y el sentido de las palabras

Elio Delgado Legón

Periodico de Guatemala en 1962.

HAVANA TIMES – Aunque el título de este post es el mismo de una conferencia que yo impartía cuando era profesor en la universidad, no voy a escribir sobre gramática ni redacción -pues ese no es el perfil del sitio- sino del significado y el sentido de las palabras en la propaganda política y el poder que adquieren en los medios, en los que muchas veces encontramos vocablos que expresan mentiras, verdades a medias y calificativos injustos e inmerecidos. Veamos algunos ejemplos.

En el pasado, después de la Segunda Guerra Mundial, durante los años de la llamada Guerra Fría, la propaganda del imperialismo estadounidense contra la Unión Soviética y los demás países socialistas de Europa del Este acuñó una serie de calificativos a los que previamente les dio un sentido peyorativo.

Por ejemplo, para referirse a cualquiera de esas naciones no la llamaban socialista, sino de régimen comunista, no sin antes haber hecho conciencia de lo malo que era ese régimen, a pesar de que en el mundo no ha existido jamás uno igual.

Otro calificativo al que le dieron un sentido negativo fue rojo, pues en su afán de que todos identificaran a la antigua Unión Soviética como el mayor enemigo de la humanidad, la nombraban la “amenaza roja” y la comparaban con un oso rojo que lo devoraba todo.

También inventaron el cuento de la “cortina de hierro”, con el objetivo de que nadie de occidente se asomara a ver lo que ocurría en los países socialistas y así poder mentirles más fácilmente.

Contra la Revolución cubana se ha utilizado todo un arsenal de calificativos y de mentiras que tiene ya casi 60 años y que van enriqueciendo según pasa el tiempo y van apareciendo nuevos personajes en el país norteño. Lo de régimen comunista ya está gastado de tanto usarlo. Ahora le llaman dictadura socialista. No les importa que en Cuba se celebren elecciones generales cada cinco años y parciales o municipales cada dos años y medio; ellos le siguen llamando dictadura y ahora le agregan el calificativo de corrupta, sin tener ningún fundamento para ello.

Lo mismo hacen con Venezuela, país donde más elecciones se han celebrado en los últimos 20 años, con todas las garantías, sin fraude y con cientos de observadores internacionales; pero basta el hecho de que los recursos naturales del país dejaron de ser explotados por trasnacionales extranjeras para ponerse el servicio del pueblo, que se le dé salud y educación gratuitas a todos los ciudadanos sin exclusión, que se construyan millones de viviendas para mejorar la vida de las personas que vivían en situación precaria, entre otros programas sociales, para que se le ponga también el cartelito de dictadura socialista corrupta.

Contra la Revolución cubana, no solo los políticos del imperio utilizan esa terminología gastada y obsoleta, también la contrarrevolución de afuera y de adentro, que tienen que cumplir las órdenes del mayor enemigo del pueblo cubano, porque para eso les paga, repiten como papagayos los peores calificativos para el Gobierno revolucionario.

Y hablando del significado y sentido de las palabras, toda esa fauna que mencionaba no dejan de repetir que en Cuba hay represión. Esa es una palabra que tiene muchos significados y gradaciones. Si enjuiciar y encarcelar a los que violan las leyes es represión, ese es uno de los significados, pero está justificado por las leyes; sin embargo, todo el mundo identifica represión con policías antimotines cubiertos de pies a cabeza y utilizando escudos como en las guerras medievales, dando golpes a diestra y siniestra, lanzando balas de goma o de plomo, chorros de agua y gases lacrimógenos.

Pero esas escenas, que son cotidianas en muchos países, no existen en Cuba desde que fue derrocada la dictadura de Batista, el primero de enero de 1959, a pesar de que tenía el apoyo del Gobierno de Estados Unidos, como lo tenían todas las demás dictaduras de América. Entonces, utilizar la palabra represión con el objetivo de que se equipare con la que he descrito anteriormente, es sencillamente una infamia. Por eso, cuando leemos algo publicado, donde se utilicen palabras aparentemente inofensivas, tenemos que analizar, más allá del significado, cuál es el sentido en que están utilizadas esas palabras.

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