El golpe de estado fascista en Chile

Elio Delgado Legón

HAVANA TIMES — El 11 de septiembre es una fecha fatídica que tiene distintos significados, según cómo afecte a cada persona. En Estados Unidos hay miles de familias para las que esa fecha es de luto, pues perdieron algún familiar en los atentados terroristas a las Torres Gemelas de New York, sobre los que todavía pesa la sombra de la duda de quiénes fueron los autores intelectuales.

Para mí, personalmente, el 11 de septiembre es un día de muchos recuerdos, porque yo estaba en Santiago de Chile, hace 41 años, cuando se produjo el golpe de estado fascista contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, quien había sido elegido por el pueblo y gozaba de un mayoritario apoyo popular.

Yo llegué a Santiago de Chile el primero de junio con el objetivo de recibir un curso de Teoría de la Comunicación, durante un año, como parte de un convenio de la Universidad estatal de Santiago de Chile con su homóloga de La Habana, donde yo era profesor de Periodismo.

Desde mi llegada pude percatarme del ambiente tenso que se vivía y de la campaña mediática que se desarrollaba contra el gobierno de Allende y contra Cuba, pues no existe un movimiento fascista y contrarrevolucionario en América que no arremeta contra Cuba, por ser este país ejemplo de dignidad y firmeza revolucionaria.

A los pocos días de estar yo en Santiago, se produjo el primer intento de golpe de estado, que fue sofocado por las fuerzas leales al gobierno de Allende. Pero los militares fascistas, con el general Augusto Pinochet al frente, siguieron su conspiración para llevar a cabo el golpe más adelante, apoyados siempre por la prensa de la derecha fascista.

Asesinaron al General Carlos Prats (23-08-1973), que era leal al Presidente Allende, y el ejército emprendió una campaña para recoger todas las armas en poder de la población.

Hay muchos detalles que no puedo incluir, pues alargaría innecesariamente el trabajo y son ampliamente conocidos.

El 11 de septiembre me desperté con la noticia de que se estaba produciendo un golpe de estado y los aviones estaban bombardeando el Palacio de La Moneda, donde ya se encontraba el Presidente Allende.

Inmediatamente llamé a la embajada cubana y me dijeron que fuera para la sede diplomática, que se encontraba a unas 11 cuadras de la casa donde me hospedaba. Al llegar a la embajada pude percatarme que los alrededores estaban siendo tomados por el ejército. Tomaron las casas que estaban frente a la embajada y una escuela de tres pisos que estaba a un costado. Al fondo quedaban los tanques del acueducto y también estaban tomados por los militares. Es decir, la embajada estaba rodeada.

Al mediodía, los militares que estaban al fondo hicieron varios disparos hacia la sede diplomática, pero afortunadamente no hubo ningún herido. A partir de ese momento se organiza la defensa de nuestro territorio, por si éramos atacados. A mí me correspondió, junto a otro compañero, la caseta que estaba junto a la puerta de entrada.

Ya de noche, se sabía de la muerte de Allende, y se recibe en la embajada una llamada del ejército pidiendo que saliera a la puerta principal el embajador Mario García Incháustegui y el yerno de Allende, pues hacia allí se dirigía un oficial para tratar sobre el traslado del cadáver del Presidente.

El embajador cumplió lo solicitado, pero al abrir la puerta de entrada, fue recibido a tiros y milagrosamente sólo fue herido en un brazo. Inmediatmente se desató una lluvia de balas, desde todas las posiciones hacia la embajada, ataque que duró unos 15 minutos.

Posteriormente, el embajador llamó por teléfono al embajador de Suecia, decano del cuerpo diplomático y éste y otros embajadores, junto con un militar de alto rango se dirijieron a la embajada para acordar la salida del país de todo el personal cubano en Santiago de Chile.

A la media noche del día 12, salimos todos en autobuses escoltados por militares y nos llevaron al aeropuerto, donde nos esperaba un avión de Aeroflot que había quedado retenido el día del golpe y que por gestiones del gobierno cubano, desde Moscú autorizaron que trasladara a los cubanos hacia La Habana. Así terminó mi curso de teoría de la Comunicación.

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