Malentendidos lingüísticos en Cuba

Dmitri Prieto

Santa Cruz del Norte

HAVANA TIMES — Estaba reunido con unos amigos en el parque frente a la Terminal de ómnibus de La Habana y hacía calor; fui a la Terminal para comprar un pomo de refresco.

Lo pedí a la empleada como se pide en la ciudad donde vivo (Santa Cruz del Norte, 50 km del centro de La Habana): “Por favor, una bala de TU-COLA”.

La vendedora me miró con ojos extrañados y preguntó: “¿una ¡qué?!” Ahí me di cuenta de que a apenas decenas de kilómetros de mi casa la palabra “bala” no significa lo que en Santa Cruz.

Expliqué que era un pomo de litro y medio, y no hubo más problemas… la muchacha simplemente comentó: “aahh… Ud. lo que quería era un pepino…”

En La Habana le dicen “pepino” a lo que en mi pueblo suele llamarse “bala”… aunque también en Santa Cruz habrían entendido lo del “pepino”.

Pocos nos damos cuenta de que hasta a distancias tan pequeñas hay diferencias en el lenguaje utilizado por la gente. No son dialectos, según los especialistas, pero –entre regiones más distanciadas- bien podrían llegar a considerarse tales.

Parte de mi niñez la viví en San Germán, el pueblo de mi padre, cerca de Holguín. Ahí aprendí mis primeras palabras en español, y muchas de ellas eran distintas a las que se usan en La Habana: se le dice “amapola” a la flor que acá llaman “marpacífico”, y “gas” a la “luz brillante” o querosén.

Cuando de niño empecé a comunicarme con chicos de La Habana me di cuenta que las palabras no funcionaban igual.

Hoy, cuando veo la televisión, me duele que sólo esté representada la manera habanera de hablar; pienso que el modo de hablar de Pinar, o el de Holguín, o de Santiago, o de Camaguey, son igualmente bellos.

Deberían estar representados en los medios nacionales por igual, en aras de la dignidad de quienes los usan, para transitar a una mayor justicia, desde una sociedad habano-céntrica que suele normalmente burlarse de esas diferencias.

Creo que incluso la Constitución debería proteger las maneras diversas de hablar de quienes vivimos en Cuba, como parte del patrimonio cultural nacional (al igual que las distintas lenguas litúrgicas de los sistemas espirituales practicados en el país deben también ser protegidas).

Y sobre la subjetividad en la lingüística, me parece muy sabia la frase “A Sprach iz a Dialekt mit an Armey un Flot” [“Un idioma es un dialecto con un ejército y una armada”], como sentenció una vez en yiddish un experto en esa lengua.

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