Historiadores cubanos debaten bicentenario de conspiración revolucionaria antiesclavista (II)

Dmitri Prieto

HAVANA TIMES, 6 marzo — Como mencionado en la primera parte, historiadores cubanos se reunieron en la Casa del ALBA Cultural para presentar un par de libros (notablemente, de autores norteamericanos) y conversar sobre la resistencia esclava, el racismo histórico y la conspiración de Aponte en su bicentenario.

Fernando Martínez Heredia, historiador, investigador social y defensor histórico de versiones cubanas de las nuevas izquierdas, se queja de la doble tarea que le impusieron los organizadores del encuentro: una ponencia y dos presentaciones de libros.

Son traducciones de autores norteamericanos (una de ellas también cubana) que abordan significativas controversias de nuestra historia. Un verdadero aporte amistoso al pensamiento de un país donde aún es tabú en determinados espacios hablar de racialidad, o de desigualdades, o cuestionar a determinados intelectuales y líderes del pasado y el presente.

Fernando avanza críticamente, reivindicando a Aponte como protagonista de una “política de humildes” y antecesor de un “nacionalismo popular” que incluiría a Martí y su conspiración libertaria, popular y disciplinada, cuyo instrumento fue el Partido Revolucionario Cubano (1892-98).

La invasión de Oriente (allí donde los palenques de antiguos esclavos se integraron por primera vez en la República en Armas) a Occidente en medio de la guerra de 1895 fue para él “el punto más alto de la lucha de clases.”

Y –puntualiza Fernando- el Ejército Libertador fue el primer ejército plurirracial de Las Américas a nivel de sus mandos. La República de Cuba en Armas agrupó a 50000 combatientes y 250000 ciudadanos, de ellos 60% eran “de color.”

Un ideal mejor de convivencia que el brindado por el colonialismo y el racismo científico (tan en boga en la época) – afirma Martínez Heredia, para quien la democracia cubana fue una conquista de la guerra revolucionaria.

Dos libros valiosos

Los dos libros, presentados por Fernando, son sendas interpelaciones a la historiografía aún tradicional.

El primero, Cuba Insurgente [Insurgent Cuba: Race, Nation and Revolution, 1868-1898], de Ada Ferrer (New York University), celebra desde su inicio a una revolución que el mundo olvidó [A Revolution the World Forgot]: las rebeliones anticoloniales cubanas de 1868-1898.

Para la Dra. Ferrer, esas luchas aspiraban a nada menos que a completar un proyecto de la primera nación desracializada del mundo [the world´s first raceless nation]. Su publicación en Cuba por la editorial Ciencias Sociales será una contribución a la historiografía “desde abajo,” que reivindicaron los participantes del panel.

El otro título, de la santiaguera Editorial Oriente, es “La rebelión de Aponte de 1812 en Cuba y la lucha contra la esclavitud atlántica,” de Matt D. Childs (Florida State University). Al mirar el libro, lo que más me impresionó es que lleva en la portada una imagen (reconstruida) de cómo debió haber sido el rostro de Aponte. La edición está auspiciada por el ALBA, en su programa Bicentenario.

Esperando el regreso de Aponte

Esperamos que ambos títulos brinden certezas suficientes como para revolver las conciencias criollas en una época de cambios e incertidumbres. Hay que reconocer la ayuda de amigos norteamericanos en el difícil oficio de des-oficializar determinados temas.

En medio de la II Guerra Mundial, cuando el destino de la humanidad entera se jugaba al apropiarse de porciones cada vez mayores de Europa y Asia los regímenes genocidas, excluyentes y racistas, unos izquierdosos de esta isla caribeña lograron homenajear a alguien aún hoy poco conocido por la historia.

Mientras los viejos palacios habaneros todavía, 50 años después del triunfo insurreccional, siguen llevando los orgullosos nombres de sus blanquísimos y riquísimos dueños, una calle de la Vieja Habana porta el de un artesano, obrero y conspirador negro: Aponte.

Sigue faltando el monumento que una comisión oficial prometió situar para el 2012 donde confluyen las calles Reina y Carlos III (¡perdón!… Simón Bolívar y Salvador Allende): la estatua de Aponte victorioso, reconocido por la tradición Yoruba como Oboni-Oni-Shangó, pisoteando la jaula en que fue condenada a pudrirse su cabeza.

Desde un muro aledaño, un rostro en relieve de Karl Marx parece mirar el sitio, mientras protagoniza su solitaria pelea contra la oscuridad del moho y el olvido.

Si queremos seguir creyendo en la libertad, la igualdad y la fraternidad, necesitamos continuar extrayendo de lo oscuro de ese olvido fragmentador los preciosos trozos de memoria histórica: patronímicos y apodos de los más humildes. Porque (Walter Benjamin dixit) “sólo gracias a los desesperados, nos será concedida la esperanza”…

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