El futuro de una formidable institución (II)

Dmitri Prieto

Una bodega en La Habana. Foto: Caridad

Acá no me interesa discutir el destino de la libreta (tema de por sí fascinante), sino el de las OFICODAs (oficinas de control de la distribución de alimentos).

Si la libreta desaparece, esas oficinas también deberán extinguirse.  El Estado ya intenta comenzar a resignificarlas en función de la “protección de los derechos del consumidor” (quizás para muchos les resulte novedoso saber que los consumidores tenemos derechos en Cuba, pero es así; incluso, la TV  promueve que se exija el debido respeto a los mismos). Pero esa opción aún no ha “pegado,” y el significado básico de la OFICODA sigue siendo el del registro de los habitantes.

Mencioné a la Inglaterra de la Segunda Guerra, y me viene a la mente una analogía histórica.  En aquella época, los británicos tenían una desarrollada red de cooperativas de consumidores.  Eran un producto de la iniciativa autónoma de los trabajadores, hasta que se extendieron por todo el país y se convirtieron en parte del paisaje. Cuando los nazis atacaron, el Estado británico decidió utilizar la ya creada infraestructura de las cooperativas para organizar el abastecimiento racionado.

En Cuba, la OFICODA es producto de la iniciativa del propio Estado, y esas oficinas también se convirtieron en parte del paisaje.  Creo que lo mejor que puede pasar a esa formidable institución (formidable, pues no dejo de reconocer la enorme labor acumulada en darles inscripción a todos los habitantes de un país, más allá de las disfuncionalidades, miserias y corrupciones también acumuladas) es tornarse en fundamento para una futura organización cooperativa del comercio al detalle en Cuba.

Esa solución, en mi muy humilde opinión, será llevadera para el mantenimiento de la equidad, pero complementada con el protagonismo democrático de los ciudadanos en la gestión autónoma de los proyectos cooperativas.

En todo caso, mucho más llevadera que cualquier vía de privatización o arriendo, que devolvería las bodegas a los bodegueros.  No tengo nada en contra de los bodegueros, pero preferiría que, al eliminarse el racionamiento, en vez de una red de bodegas privadas, quede como recuerdo del presente un sistema de cooperativas de consumo, donde los bodegueros participarían en la gestión de la distribución de los productos junto con el resto de los habitantes.

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