Un teatro en ruinas

Dariela Aquique

El Teatro Oriente de Santiago de Cuba

HAVANA TIMES, 22 feb — Un arsenal de remembranzas duermen entre los restos de lo que fue un gran teatro.

Quizás, las leyendas de que entre bambalinas y telones por los corredores de la tramoya o entre el lunetario vagan los espíritus de los artistas que en tiempos lejanos entregaran sus talentos en los grandes escenarios sea más que un mito, de ser así, aquellas figuras que entonces fueron aplaudidas en el teatro Oriente de Santiago de Cuba serán ánimas tristes.

Un recorrido por su historia hace que revisemos las crónicas y cotejemos que cambió muchas veces de aspecto y de nombre, pero nunca tuvo una etapa más sombría que la que luce hoy.

El que fuera fundado en el sitio que ocupara el viejo Coliseo, desaparecido en el ciclón de 1847, un domingo de julio de 1848, en una tradicional ceremonia y la colocación de una efigie que le haría adoptar como primer nombre el de Isabel II, aunque terminaría denominándose  teatro de la Reina.

El santiaguero Manuel Heredia Ivonet, primo de José María Heredia (el cantor del Niágara), fue su arquitecto. Se inauguró en junio de 1850. Abrió sus puertas y corrió sus telones con la obertura de una magistral orquesta.

La capacidad de la sala oscilaba entre 1300 y 1400 espectadores, dispuestos en 364 lunetas, 41 palcos de primer, segundo y tercer pisos, su tertulia y cazuela.

Con la República tuvo una reconstrucción y  pasó a llamarse teatro Cuba, fue escenario de numerosos eventos musicales y teatrales de la ciudad y de presentaciones de notorias compañías extranjeras.

Casi todas las empresas teatrales que estuvieron en La Habana eran contratadas para actuar en Santiago de Cuba en el teatro de la Reina. En 1915 se le cambió el nombre por el de Oriente, llevándose a escena en abril, fecha de su inauguración con este  nuevo nombre, la ópera ”La Traviata” de Giuseppe Verdi, por artistas en recorrido por las principales ciudades de la isla.

Así tuvo el Oriente en su tabloncillo a las más excelsas figuras del patio y de fuera, años después, en el pasado siglo pasó a ser cine-teatro y allí se estrenaron un sin número de películas y espectáculos, siendo este un lugar de asiduas visitas por todos los locales.

Yo tuve la oportunidad de disfrutar la magnificencia de su sala, con exquisito decorado. Allí de pequeña fui a la premier del clásico del animado cubano Elpidio Valdez.

Allí aluciné ante el debut del ballet Ersilí, con batuta artística del maestro Jorge Lefevre en una insuperable combinación de las compañías Royal Ballet de Bélgica y el Ballet folclórico Cutumba de mi ciudad.

Allí vi funciones inolvidables de las desaparecidas agrupaciones Conjunto Nacional de Espectáculos o el Teatro Musical de la Habana.

Hace más de una década la desidia se apoderó del imponente edificio, con pretexto de reconstrucción fue saqueado el teatro, arrancadas sus bellas butacas, desaparecidos sus gigantes telones, levantadas sus baldosas, derribadas sus esculturas, voladas sus enormes puertas, en fin, desbastada toda la instalación.

Sé está aún a la espera de la “restauración.” ¿Quiénes son los responsables?, nunca se sabe, solo tenemos estas lastimeras imágenes, de lo que ayer fue un gran coliseo y hoy es un teatro en ruinas.

 

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