Maquinal desidia

Dariela Aquique

HAVANA TIMES, 4 abr — Hace cuatro o cinco años atrás, atreverse a hablar manifiestamente en Cuba de un posible cambio político o una transición, como algunos le llaman, era algo así como una autocrucifixión a la que casi nadie osaba exponerse.

En cambio ahora, llega a impresionarte de la cantidad de prójimos que con el mayor desenfado abordan el asunto. Desde ópticas diferentes, pero todos parecen converger en el hecho: de que es inminente, o que está siendo una circunstancia casi tangible.

Aunque es cierto que muchos todavía, ni se enteran, ni parecen interesarse por los derroteros del futuro en la Nación y a este grupo pertenecen aquellos (que son casi mayoría), el populacho, esos a los que hizo referencia en uno de sus artículos reciente el colega Haroldo Dilla (por cierto de lucida forma, como nos tiene acostumbrado).

Esta numerosa especie social, que surgió en Cuba después de 1959, es el sector cívico más vulnerable y a causa de esa condición ha sido el más afectado por el daño antropológico que los errores (inconscientes o no) del sistema en el país ha originado por más de medio siglo.

Fue la gran masa desposeída económica y espiritualmente, postergado al más bajo graderío social durante la Dictadura Batistiana y los gobiernos anteriores. Al triunfo de la Revolución fueron favorecidos por el régimen; esas ciertas prebendas ofrecidas propiciaron el igualitarismo en nombre de la igualdad y con eso desapareció la frontera entre ricos y pobres, pero también entre intelectuales e intelectualoides, profesionales y mediocres, ciudadanos y entes.

Esta tropa logró colocarse en determinados puestos de la sociedad, incluso a veces alcanzado sitios desde los cuales podían determinar el lugar que habrían de ocupar otros más facultados, pero menos convenientes para poner en práctica los manejos estratégicos de la administración de la isla.

El populacho ha logrado aclimatarse a la difícil cotidianidad, fue amaestrado, no en la fidelidad a una ideolología, sino en el conformismo a una forma de vida.

Son estos, esos seres apáticos, de los que hablaba Osmel Almaguer, en su excelente post, indolentes, sin criterio, como faltos de energía, o solo dispuestos a usarla para sobrevivir.

A este clan pertenecen:

– los que van a las reuniones y levantan la mano, por no buscarse problemas.
– los que roban un poquito de aceite o de harina, para comer en la casa.
– los que salen del país jineteando, porque es más fácil transar con el cuerpo, que arriesgarse en una lancha.
– los que no trabajan, luchan el diario.
– los que practican la indisciplina social.
– los que son universitarios, porque cayeron en el paquete de llenar cifras de miles de graduados en nivel superior.
-los:…no, yo no hablo de política…
-los: …a mí, me da lo mismo….
-los: …no cojas lucha, mijo tú estas en Cuba….
-los: …eso es lo que está establecido…

Esa variopinta caterva, es la que no se entera, que es necesario cambiar y que está en su derecho de decirlo sin miedo, esos son los que jamás se pronuncian, esos son los apáticos, esos son la gran obra de la Revolución.

Los que mañana si se produjera una coyuntura abrupta, no sabría que lado tomar. Hoy en Cuba, coexisten, los inquietos, los pronunciados, los comprometidos con el derecho a un futuro mejor. Están también los aún entusiastas, fervientes defensores de las ideas anquilosadas y el indiferente populacho.

Los dos primeros bandos, al menos tienen conciencia de sus ideales, pero esta última masa es la más inquietante, puede ser peligrosa su maquinal desidia.

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