Los cubanos y las telenovelas

Dariela Aquique

HAVANA TIMES — Las telenovelas son narraciones melodramáticas transmitidas por capítulos en la pantalla chica. Producidas mayormente en Latinoamérica, en la actualidad tienen gran impacto económico por los grandes presupuestos destinados a sus producciones.

Son, además, un producto de exportación. Los derechos de transmisión y los derechos para su adaptación son vendidos a muchos países del mundo. La telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea, (uno de los éxitos televisivos más grandes de la historia de los dramatizados), fue exportada a innumerables países donde igual alcanzó muy altos ratings de audiencia.

Entre sus muchas adaptaciones están: Ne rodis krasivoy en Rusia, Lotte en Holanda, La fea más bella en México, Jassi Jaissi Koi Nahin en la India, Verliebt in Berlin en Alemania, Ugly Betty producida por Salma Hayek para la ABC de Estados Unidos y Yo soy Bea, la adaptación española.

Hay datos tan curiosos como que en Costa de Marfil muchas mezquitas adelantaron sus horarios de oraciones durante 1999 para permitir a los televidentes disfrutar de la telenovela Marimar. En Rusia, hubo planes de solicitar a las actrices mexicanas Verónica Castro y Victoria Ruffo actuar en comerciales para las elecciones de 1993.

En la teleserie Amores de mercado, al morir el personaje principal llamado Pelluco, la gente envió coronas funerarias al Mercado Central de Santiago de Chile. O que durante la Guerra en Bosnia existía un alto al fuego durante la transmisión de la telenovela venezolana Kassandra.

La actriz mexicana María Rubio, por su personaje de Catalina Creel en la telenovela Cuna de Lobos (considerado el mejor de todos los villanos de la historia de las telenovelas en el mundo), fue agredida física y verbalmente, lo que la obligó a mudarse a los Estados Unidos y retirarse de las novelas por mucho tiempo.

Cuba fue pionera en este tema de las telenovelas. De hecho, en 1950 se convirtió en el primer promotor, productor y exportador mundial de telenovelas seriadas.

Después de 1959 con el éxodo casi masivo de las grandes estrellas del género en distintos períodos. La escasez de recursos y presupuestos para las producciones. Y la política cultural de no difundir dramatizados cuyos argumentos fueran pueriles, rosas y no didácticos dio al traste con la producción nacional de telenovelas.

Sin embargo el consumo de estas fue creciendo en el país, con la entrada de las telenovelas brasileñas trasmitidas en horarios estelares. También, de vez en cuando pasan alguna argentina o colombiana, aunque con menos frecuencia.

Indiscutiblemente, las brasileñas, son de mayor calidad actoral y sus tramas generalmente no son banales, por lo que han gozado de gran popularidad.

De las producciones cubanas, desde la década del 80 hasta la fecha, solo unos pocos títulos como Sol de Batey, Pasión y prejuicio, Salir de Noche o La cara oculta de la luna, pueden ser consideradas exitosas, tanto en calidad, como en recepción.

Pero con la piratería de Internet y la venta de paquetes con telenovelas mexicanas, colombianas y venezolanas, los cubanos se han convertidos en grandes consumidores de este producto. Cada vez son más los que persiguen estos culebrones.

Creo que esto se debe en gran medida a la mala oferta de la programación televisiva nacional. Lo cierto es que en la actualidad miles de cubanos dejan de hacer cualquier cosa, y por nada del mundo sintonizan un canal, si han conseguido los últimos capítulos de La Patrona.

Como la oferta es menos atractiva, la mayoría prefiere la producción el novelón mexicano de Telemundo, aunque sea una libérrima versión, moderna, feminizada y kitsch del clásico de aventuras El Conde de Montecristo.

 

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