La costumbre es más fuerte que…

Dariela Aquique

Nunca ha sido raro ver sentado en las esquinas de los barrios a un buen grupo de hombres, que no trabaja y viven del mercado negro y de las ilegalidades.

En mi comentario anterior, me referí a las circunstancias de insatisfacción por parte de los cuenta propistas, sus valoraciones y poca comprensión de las estimaciones monetarias trazadas.

Parodié un tanto con la tonadilla infantil de /dos y dos son cuatro /, para expresar que ahora hay que hacer más con menos y no es exactamente la frase hecha de hace algunos años para hablar de las etapas de producción de este u aquel sector económico del país.

Hace muy poco pude conversar con un economista, que obviamente entiende mejor que los demás, toda esta vorágine. Entonces me explicaba que el desconocimiento de los cubanos de leyes económicas de carácter internacional, era el resultado de una no práctica total.

El modelo económico nuestro fue bastante sui generis y cayó en etapas de ser no más que reproducción de alternativas con sus originales en la ex-URSS y la Europa socialista del este. Vivimos durante muchos años dependiendo de aquel llamado Consejo de Ayuda Mutua Económica y dejamos de ser productivos y esto creó una suerte de estado de parasitismo que se arraigó de tal forma, que ahora es difícil cambiar.

Nuestras más jóvenes generaciones, fueron realmente educadas en el desapego al trabajo y el ignorar que las cosas que el hombre obtiene, son siempre el resultado de su esfuerzo y no por ser merecedor de ellas.

La más alta dirección del gobierno actual, ha sobredicho que deben ser restringidas una serie de gratuidades de las que ha gozado hasta hoy la población y las que el Estado no está en condiciones de mantener.

Esto es una verdad irrefutable, como es también sabido, que existían miles de plazas que percibían salario, sin ser en lo absoluto rentables. Y la actitud de indiferencia hacia el trabajo de una cifra increíble de personas en edad laboral, sobre todo del género masculino.

Nunca ha sido raro ver sentado en las esquinas de lo barrios a un buen grupo de hombres, que no trabaja y viven del mercado negro y de las ilegalidades. Ahora, que ha llegado el momento de ajustar cuentas, de enmendar errores y de hacer que prevalezca la legalidad y se cumplan leyes económicas aplicadas en cualquier país del mundo, son incomprendidas.

Son tiempos de crisis y los cambios que se pretenden operar, por desconocidos, resultan adversos. No fuimos acostumbrados a estas prácticas, se vuelve peliagudo aceptarlas. Dejo a un lado la tonadilla del pasado comentario y tiro de un bolero:

No cabe duda, /
que es verdad que la costumbre /
es más fuerte…

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