Dariela Aquique
Acá no son los consejos editoriales fastidiosos e inquisitivos, quienes siempre querrán enmendarte la plana. Resulta que son los lectores quienes desde sus comentarios llegan incluso a decirte que estas equivocada en tu enfoque o tu discurso.
Creo que es esta la quinta ocasión en que los comentaristas se convierten en el pie forzado de un nuevo escrito. Por supuesto no pretendo pasármela haciendo aclaraciones, pero no gusto de dejar argumentos polémicos a la sombra de interpretaciones de otros, a partir de mis perspectivas.
Alguien nombrado(a) Charlene, dice en su apunte a partir del material Justos y pecadores, que yo confundo… la labor de un Estado, en su búsqueda de la eliminación del conflicto, con lo social, que es conflictivo en esencia.
No hice referencia alguna al hecho de eliminar conflictos. Los conflictos de cualquier índole serán siempre la base de todo cambio y todo cambio implica desarrollo. Recuerdo perfectamente mis clases de Filosofía y la 1ra ley de la dialéctica marxista. La ley de unidad y lucha de contrarios. Claro está que toda sociedad es conflictiva en esencia. Sería muy aburrido que todos fuéramos iguales.
Hablé de lo prevalecida que son aún ciertas actitudes de intolerancia para con la diferencia. Y hacía una suerte de llamado a abrir las miras al respeto y la aceptación.
Me hace una serie de preguntas: ¿por qué tendrían los miembros del movimiento LGBT que mostrarse como una masa homogénea y no conflictiva, carente de diferencias en su interior?; ¿para convencer a los heterosexuales que deben ser tolerantes?; ¿por qué las lesbianas y gays no pueden sentirse diferente a los trasvestis?; ¿por qué hay que pensar que tienen que ser un grupo sin conflictos internos, si todos los grupos humanos son conflictivos en su interior?
Amigo(a), estamos de acuerdo en que los grupos o sectores sociales, aunque con rasgos o características en común, no tienen porque ser homogéneos. Pero lo que si creo es que no deben ser entre ellos mismos excluyentes y discriminatorios.
Vale el derecho a sentirse diferente, lo que no vale es censurar al diferente y a nadie hay que convencer para ser aceptado. La desaprobación de hechos, conductas, etc., entre humanos es casi una condición inherente.
No exijo ni a los LGBT, ni a nadie virtudes. Abogo por la inclusión, la que no alcanzamos por estar permeados de divisiones ancestrales: negros y blancos, heteros y homo, religiosos y ateos, de izquierda y de derecha.
Considero que el país a pasos muy pequeños, pero a pasos al fin y al cabo, entra en una nueva etapa, donde por lo menos ya la diferencia es reconocida y no se puede seguir simulando que hay un solo pensamiento, una sola forma, un solo sentir.
Vivimos durante años enarbolando “un conceso” político, social, cultural y quien se mostraba diferentes eran pues el enemigo o el traidor. Nos falta un camino largo y tortuoso por recorrer, pero ya es innegable que el opuesto existe, que esta ahí, que convive con nosotros.
Así seremos mejores y más capaces, como diría Juárez. ¡…el respeto al derecho ajeno es la paz!
Y si lectores como usted, no asentaran más que son equivocados mis escritos, sería un buen punto de partida en el camino del respeto y la tolerancia.
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