Como en valla de gallos

Dariela Aquique

Canto mañanero.

Las vallas de gallos fueron la distracción predilecta de las zonas rurales y algunas barriadas marginales del país en los años anteriores al triunfo de la Revolución.

Con la abolición de la prostitución, la prohibición del juego y el “exterminio de todos los llamados vicios de la sociedad capitalista.” (hoy todos de manifiesto en la socialista), desaparecieron las apuestas por pugnas en las vallas.

Hace algunos años en determinados lugares del campo, volvió a ser autorizado dicho pasatiempo, pero concertado a estipuladas reglas.

Los campesinos son inscritos en una suerte de colectividad, de la que poseen una credencial, pagan una mensualidad, las retas son hasta una cifra x y así todo transcurre bajo estricto control sin las riñas y estafas probables.

Yo resido en un centro urbano, pero estoy constantemente asediada por ruidos indeseados.  Un grupo de jóvenes vecinos se han dado a la crianza de gallos de pelea para llevarlos los fines de semanas a vallas clandestinas existentes en la ciudad.

El medio de esparcimiento y forma de buscarse unos pesos de mis colindantes perturba mi tranquilidad.  El mañanero cantío de sus mascotas más las exaltadas discusiones ponderando a sus brabucones y las celebraciones o disgustos si han ganado o perdido altera mis horas de reposo y de trabajo frente a mi PC.

Demás está  apuntar, que los susodichos no se emplean en ninguna otra labor.  Cuando les he formulados mis quejas, he tenido por respuesta: que permute, que yo no soy la dueña del edificio.  He apelado también al Consejo de vecinos, al CDR y las réplicas son totalmente en vano.

Me pregunto si esto no consiste en las indisciplinas sociales (tan mencionadas por la TV en pos de combatirlas), en tamaña falta a las normas de convivencia y paz ciudadana.

Algún amigo me exhortó a buscar al Jefe de Sector (Agente de policía guardián del orden público en un área establecida), me dirigí a donde radica y nunca lo encontré, dejé una nota por debajo de la puerta con mi dirección y le pedía que me procurara.

Pasaron ya tres días y el “compañero.” jamás que dio señales.  Lo triste es que todos los días sin asomar el sol, el canto de las aves me despierta y estoy ahora mismo delante de mi monitor haciendo el comentario con audífonos puestos para evitar los terribles sonidos.

Se está tocando fondo en esta sociedad, ya nada se respeta y estamos conviviendo como en valla de gallos.

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