Amistades peligrosas

Dariela Aquique

“Oye, después no te quejes, mijita.  Deja que tú vayas a pedirme un aval…”, le gritaba en tono amenazante, una mujer a otra en medio de una cola para entrar a una cremería a tomar helados.

Acuérdate que yo soy tu amiga, pero mi cargo, es mi cargo”, añadía a su soflama.

“Discúlpame chica, es que entre una cosa y otra, el trabajo, la casa, los muchachos, las reuniones y además los gastos, ni tengo tiempo y siempre olvido la dichosa cotización…Mañana yo te la llevo sin falta…”, respondía la agredida.

Cuando esta última se marchó, la primera comenzó a despotricar de ella, con las que le acompañaban en la extenuante cola, comentaba:

“Ahí donde tú la ves, llegó hace poco de Venezuela y porque trajo un poco de equipos y de pacotillas, se cree la mejor del barrio.  Pero yo soy quien lleva las finanzas del CDR y hay que estar detrás de ella para que pague los tres kilos esos.  En cuanto haya que dar una opinión de su actitud, la mando a matar.  Por mí, ¡esa no viaja más….!

Experimenté un enfado garrafal.  No debe existir sentido alguno para actitudes tan domésticas e indignas como hablar de los otros a sus espaldas.  Esta señora dice ser miembro ejecutivo del CDR (la más grande organización existente en el país, “pues es de masas”).

Estructura esta, que ha sido diseñada para controlar y husmear en la vida privada de sus pertenecientes.  Sépase además que ser parte de ella es “de carácter totalmente voluntario.” en cambio por un mecanismo, que no podría explicar, todos terminan convertidos en cederistas.

Para dicha colectividad se debe:

– abonar una cuota mensual (bien pequeña, por cierto)

– asistir a un sinnúmero de reuniones y actos (totalmente fútiles)

– participar en trabajos voluntarios (que siempre son exigidos)

– realizar la guardia cederista en altos horarios de la noche (para “velar.” por lo que le corresponde a los policías)

– mantener una actitud positiva, que se traduce en buenas relaciones humanas y sociales para con sus vecinos (esto no es más que participar de los chismes, burlas y otras manifestaciones del populacho)

Al final, si cumple usted a cabalidad con estos requisito, será un cederista destacado, galardonado con diplomas cursis.

Pero aunque se esfuerce por ser visto así, si su profesión o situación familiar, le permite ciertas holguras materiales, no podrá escapar de despertar sentimientos hostiles hacia su persona y que cualquier compañero(a) que no le profese buenos afectos utilice su condición de miembro ejecutivo de la noble organización, para emitir criterio desfavorables y perjudicar de esta manera con un mal aval su posibilidad de obtener un estimulo (efectos electrodomésticos), o de poder viajar, aunque sea a Venezuela y por trabajo.

Como verá, los CDR son un canto a la cooperación y la amistad, lo que algunos son amistades peligrosas.

 

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