¿Y la alfabetización?

Dariela Aquique

La gran campaña de alfabetización emprendida por Cuba en 1961.

Muchas han sido las gestiones de grupos de educandos en naciones latinoamericanos enfrascadas en eliminar el analfabetismo de estos pueblos. Bajo el nombre de Yo sí puedo y otros eslóganes, miles de iletrados han aprendido a leer y a escribir por el método cubano.

Estas colaboraciones forman parte de los intercambios y ayudas entre los países pertenecientes al ALBA y son la continuación de la gran campaña emprendida por Cuba en 1961, la que concluyó con el pronunciamiento: Cuba, territorio libre de analfabetismo y que fueron llevadas a cabo por las brigadas de jóvenes maestros voluntarios “Conrado Benítez.”

Adoptaron el nombre de un maestro que había sido asesinado por grupos contrarrevolucionarios. Con una bandera, un himno y uniformes creados para la ocasión, millares de jovencitos fueron de casa en casa y la mayoría marchó a las montañas donde la población rural era analfabeta en casi su totalidad.

Por aquel tiempo mi difunta madre apenas había cumplido 16 años, hija de padres muy identificados con la Revolución y ella misma muy conmovida por todo cuanto acontecía, se alistó a los brigadistas.  Mi tía, su hermana, por ser más pequeña de 14 años, no se le permitió ir a los montes y alfabetizó en la ciudad.

Muchos años después ella contaba los avatares de la convivencia en la intricada región a la que le tocó ir a enseñar a campesinos.  En un lugar de un municipio de Guantánamo llamado Yateras, donde residía un asentamiento de haitianos, jamaiquinos y sus descendientes, por lo que al agreste sitio se le conocía como Jamaica de Yateras.  Allí no se hablaban bien el español, sino extrañas frases en creole y esto hacía más difícil enseñarle las letras y su pronunciamientos.

Me narraba el miedo que sentían ella y su compañera más próxima, que vivía a 13 km y con quien se encontraba solo cuando iban a recoger faroles y cartilla.  Decía que no solo el asecho de bandas, sino lo inhóspito del cerro y las raras costumbres religiosas de los habitantes de esta zona, en ocasiones le hacían sentir pavor.

Un día durante la práctica de un ritual, fue arrastrada por el cabello hasta una piedra, donde golpearon su cabeza para ofrendar a los Dioses su sangre.

A muchos riesgos estuvo expuesta mi mamá, no obstante, siempre para ella aquella experiencia era gratificante y tenía con orgullo la sensación del deber social cumplido.

Hoy a tantos años he podido comprobar por mí misma, que no toda la población cubana se alfabetizó, como públicamente se dijo, quedan muchas personas mayores, que apenas garabatean sus nombres y no saben leer.

Un amigo cercano me contó que hace unos 4 años, le tocó hacer un censo en áreas rurales de ancianos pensionados y que se alarmó al constatar la cifra de ellos que firman con una X o entintando el pulgar.

La campaña, como tantas cosas en mi país, fue exagerada.  Cuando fuimos a exhumar los restos de mi madre, hallamos en su cráneo la fractura de aquel golpe; afortunadamente aquello no tuvo consecuencias fatales, tampoco fue abaleada por cuatreros.

Regresó victoriosa y entusiasta, pero mamá murió hace 12 años, nunca nadie le contó como a mí que aún hay analfabetos, ni vio a gentes rubricar con sus huellas.

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