El campo cubano cambia

Daisy Valera

Foto: Marco Petrovic

HAVANA TIMES, 10 ene — El pasado mes de diciembre me subí a un ómnibus y me libré del torturante tren espirituano, ese que por su lentitud han terminado bautizando como tren lechero.

Hacía aproximadamente 8 meses que no tomaba el camino a Sancti Spíritus, tiempo insuficiente para olvidar las características de la ruta.

Las gasolineras, los cultivos de naranja de Matanzas, y los pocos hostales continuaban en su sitio, pero el paisaje definitivamente ha cambiado.

Asocié de manera inmediata la entrega de tierras a algunos que ya se desempeñaban como agricultores y a otros que comenzarían a serlo y la flexibilización para vender los productos con el tímido despertar de algunas regiones que antes solo las cubría el marabú.

Los campesinos han dejado de hacer autostop en la carretera para vender, han dejado de pararse peligrosamente delante de los vehículos para hablar de sus mercancías.

Ahora construyen kioscos, unos circulares, otros como pequeños cubos, con techos de guano o madera, todos arrebatadoramente coquetos.

Al borde de la carretera nos ofertan turrones duros preparados artesanalmente, quesos, frutas, hortalizas y vegetales.

Asombran sobre todo las largas y cargadas ristras de ajos y cebollas y las vacas, sí, aunque no lo crean eran vacas.  Acostumbrada a ver campos improductivos, vi muchas vacas distribuidas en las tres fincas a lo largo del camino.

La Cafetería Km 132 es otro de los sucesos, sobre todo porque se ha convertido en la indiscutible rival de los Conejitos (cafeterías estatales apostadas en la autopista).

La primera parte de la cafetería es un caney con mesas reservadas para los conductores de los ómnibus interprovinciales, la segunda consiste en un amplio portal donde se ofrece casi todo lo que se te pueda ocurrir; desde pescado asado hasta coctel de camarones.

Han construido incluso dos baños que utilizan los pasajeros que pasan a comer.

Los precios, en la mayoría de los casos, son inferiores a los que pide el Estado por los mismos productos.

El campo cubano cambia.

Los campesinos parecen vencer los precios elevados de los implementos agrícolas, la falta de insumos.

El lastre que significa depender de las “cooperativas revolucionarias,”  esas que no tienen mucho de cooperativas.

Pero el camino que permitirá abastecer las ciudades y diversificar los productos es largo. Me hablan de ello los desprovistos mercados habaneros.

Se tendrá que romper primero con el obligatorio lazo con que el Estado ha atado a los campesinos y que solo ha provocado el surgimiento de una nueva casta de terratenientes.

Se tendrán que establecer relaciones de producción diferentes a las que hoy predominan y que hacen pulular asalariados con sueldos exiguos, y golondrinas*.

 
*golondrinas: trabajadores que se trasladan de un lugar a otro del país para desempeñar labores   agrícolas.

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