¿Privatizando el Cristo?

Daisy Valera

Foto: Elio Delgado

Desde la posición en que está situado el Cristo de La Habana se tiene una vista amplia de la parte histórica de la ciudad.

La escultura, de 20 metros de altura, fue esculpida en mármol de Carrara en Roma por la cubana Jilma Madera y traída a la isla en 67 piezas.

Ella nos legó a los que habitamos la capital y a los que la visitan una de las obras escultóricas de mayor tamaño creadas por una mujer.

Por lo que el Cristo que bendice a la capital cubana, a 51 metros sobre el nivel del mar, es un habitual destino turístico.

Sentarme a descansar muy cerca de los gigantes pies del Cristo habanero después de subir la ladera de la colina de la cabaña, era una suceso normal y placentero.

Así como lo era esperar la caída del sol sobre la bahía y disfrutar de una vista de La Habana nocturna sentada en los bancos de mármol que rodean la colosal imagen.

Pero digo era, pasado, porque todo esto cambió la tarde de ayer.

Me dirigía al Cristo junto a tres amigos pero fuimos detenidos a dos metros de la estatua, nos pidieron los boletos de entrada  y nosotros no sabíamos de qué se trataba, ni veíamos algo como una entrada.

Mucho menos sabíamos dónde vendían los dichosos tiques.

El reclamador de entradas nos explicó al momento,  para estar en ese lugar (no me quedaron claros los límites y él no pudo mostrármelos) debíamos comprar billetes por el precio de un peso si éramos cubanos  (un CUC para los extranjeros).

Nos cobraban por hacer estancia en el sitio o tomar fotos, no podíamos creer aquello.

Fuimos al lugar de la cobradora de entradas, nos contó que esta operación se realiza desde hace un año, hecho que no puede ser completamente cierto porque la semana pasada no me pidieron nada.

El Cristo de La Habana. Foto: lajiribilla.cu

Dicen que se cobra visitar el Cristo porque pertenece al complejo histórico- militar Morro-Cabaña.

Nos fuimos de allí un poco más que molestos, no fuimos los únicos, también un señor que vino con su familia se negó a pagar.

Cualquiera podría decirme un peso cubano es una miseria, que por ese precio  solo se consigue una taza de café aguado o un cucurucho de maní.

Diría que es cierto, que un peso de menos en el bolsillo no hace demasiada diferencia, pero diría que si quisieran cobrarme 20 centavos me quejaría igual.

Inmediatamente me vino a la cabeza, las privatizaciones que tuvieron lugar en Argentina en el gobierno de Menem. Los parques, las plazas y las instalaciones deportivas fueron despojados de la lista de bienes sociales por los que tanto trabajan sus ciudadanos.

Esta iniciativa lejos de socializar el disfrute de la instalación por la población, es un paso a su privatización.

Si la iniciativa se hubiese limitado quizá a cobrar a los foráneos, no me hubiese indignado del mismo modo, pero a mí que soy cubana…  esto es sin discusión una violación de mis derechos como ciudadana.

¿Qué harán los menos favorecidos ante esta situación de exclusión?

¿También me cobrarán en la plaza a la que voy a correr?

Seguramente el que autorizó semejante negocito no tuvo en cuenta el propio “carácter socialista” de la Revolución.

Honestamente le invito a que reflexione sobre este asunto. Señor mío, que todo no puede ser aumentar las ganancias, a menos, que esté usted estudiando para capitalista.

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