Mientras soy débil demando de ti mi libertad, porque ese es tu principio, pero cuando sea fuerte te privaré de tu libertad, porque ese es mi principio. -Charles F. R. de Montalembert
HAVANA TIMES — La historia -nos decía Marx en uno de sus más lucidos análisis políticos- suele repetirse dos veces, primero como tragedia y después como farsa. Como en un teatro, mudan los bocadillos, los actores y los escenarios pero el guión de la obra mantiene –o amplifica- sus peores subtramas. De tal suerte, un observador que se asome a la realidad política venezolana no dejará de advertir ciertas continuidades y contrastes.
Hace algunos años, Venezuela estaba enferma de un rentismo petrolero, que hipotecaba la naturaleza y la economía, la sociedad y el alma de la gente; hoy cambian los actores y las escenas … pero se mantiene el guión.
Hace algunos años, en un continente plagado de impresentables dictaduras, Venezuela exhibía una democracia políticamente decente aunque con importantes déficits de transparencia administrativa e inclusión social; hoy, en un continente plagado de deficitarias democracias, Venezuela exhibe un régimen formalmente democrático, donde crecen, de forma proporcional, la inclusión social y la exclusión política.
Hace algunos años, los poderes judicial y legislativo venezolanos interrumpieron el mandato de un presidente electo que se extralimitó en sus funciones, corrompiendo la vida política nacional; hoy los poderes judicial y legislativo prolongan el mandato de un presidente reelecto e incapacitado para ejercer sus funciones, corrompiendo la vida política nacional.
Hace algunos años, las criticables instituciones venezolanas –presionadas por el clamor ciudadano- otorgaban el indulto a un teniente coronel que atentó contra el orden constitucional vigente; hoy las criticables instituciones venezolanas -desoyendo otro clamor ciudadano- mantienen encarceladas a civiles que no han ejercido violencia contra el estado y sus semejantes, atentando contra el orden constitucional vigente.
Hace algunos años Venezuela era un país hastiado de la corrupción política, la ineficacia administrativa y la desigualdad social, hoy es un país hastiado de la polarización, la ineficacia administrativa y la inseguridad.
Hace algunos años las cuentas bancarias, las oficinas públicas y los cargos políticos eran un puente para el éxito de las viejas elites democráticas; hoy los contratos públicos, las charreteras castrenses y la retórica furibunda –impermeable a los hechos- son la medida del ascenso de la nueva elite revolucionaria.
Hace algunos años la esperanza popular y la sabiduría intelectual imaginaron nuevas leyes, instituciones y políticas para un cambio necesario; hoy se desconocen esas “formas” y se persiste en la “continuidad”.
Hace algunos años los defensores de derechos Humanos eran “compañeros” y participaron en la gestación del cambio; hoy son “agentes desestabilizadores” para sus viejos camaradas convertidos en cuadros revolucionarios.
Hace algunos años –y hasta el presente- la miopía de algunos opositores percibía a los seguidores de Chávez como manada de borregos a la caza de recursos; hoy la miopía de algunos chavistas percibe a la población opositora como meros conspiradores y vendepatrias.
Hace algunos años se inició un rescate democrático de la dignidad popular y la justicia social; hoy se amplifica un asalto a las mismas libertades que permiten reivindicar, desde abajo, esos derechos.
Hace algunos años, un grupo de civiles acompañados por militares violentaron el estado de derecho y la Constitución en nombre de La Democracia; hoy los agraviados de entonces (otros civiles y militares) los vulneran en nombre de La Revolución.
Hace algunos años de la Habana llegaron médicos, deportistas, maestros para atender a los millares de pobres excluidos por la vieja partidocracia… hoy yace enferma, en esa misma Habana, la soberanía nacional venezolana.
Hace algunos años se construía un joven proceso incluyente y participativo, con una robusta anatomía democrática y una expansión integral de los derechos; hoy el personalismo sustituye a la ley y la institución, con una fisiología autoritaria y una ofensiva oficial sobre los derechos ciudadanos.
Hace algunos años una hegemonía comunicacional de medios privados ignoraba el cambio necesario y desinformaba a la gente, incitando a subvertir el orden constitucional; hoy una hegemonía comunicacional del estado ignora el cambio necesario y desinforma a la gente, atentando contra los derechos ciudadanos consagrados en la Constitución.
Hace algunos años la izquierda y el socialismo eran, para muchos venezolanos, sinónimo de cambio, promesa de una democracia renovada y rescate de una justicia postergada; hoy es, para otros muchos venezolanos, sinónimo de prebenda y exclusión, adoración y desencanto.
Hace algunos años por Caracas aparecían carteles diciendo “Venezuela es de todos”; hoy se habla de un “pueblo” del cual excluyen, caprichosamente, al 44 % de la gente.
Hace unos años “dentro de la Constitución todo, fuera de la Constitución nada”; hoy sus preceptos son, para quienes mandan, meros “formalismos”.
Hace unos años la línea estratégica de la oposición desconocía la legalidad bolivariana, atentando contra el Estado de Derecho; hoy la línea estratégica del gobierno manipula la legalidad bolivariana, atentando contra el Estado de Derecho.
Hace años la derecha golpista, desconociendo sus propios errores y el clamor de sus compatriotas, quiso detener violentamente el carro de la historia con un retroceso antidemocrático; hoy el gobierno, desconociendo a un sector de la población y las lecciones de la historia, quiere imponer una hegemonía obsoleta y antidemocrática.
Hace mucho tiempo que los pueblos, en su diversidad, atesoran la esperanza de vivir mejor, con justicia y libertad, y entregan lo mejor de sí para lograrlo; hoy en Venezuela, como en el resto del mundo, persiste esa necesidad de preservar esa esperanza y la urgencia de luchar por defenderla.
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