Armando Chaguaceda
HAVANA TIMES — Hace dos años hice, junto a Ivette Sosa Frutos, un texto balance sobre la Revolución Ciudadana.[1] Allí reconocíamos sus importantes logros -manejo macroeconómico, gestión pública, política social- a la vez que alertábamos sobre los talantes autoritarios y populistas del liderazgo encabezado por Rafael Correa. El tiempo nos ha confirmado, para bien y para mal, ambas miradas.
El correísmo ha sido -por la procedencia profesional y civil de su burocracia- infinitamente superior a los otros progresismos -y a Cuba- en una dimensión de lo estatal: la “administración de las cosas”. Pero en el “gobierno de los hombres”, sin llegar (aún) al nivel de represión y control social de sus aliados del ALBA, parece ir avanzando en la vulneración de derechos e instituciones básicos de cualquier democracia: asociación, manifestación, expresión. Y no se trata solo de “los derechos de la derecha”; sino de acotar cualquier forma de autonomía y protesta social.
Hoy son movimientos indígenas, ambientales y urbanos, los mismos que enfrentaron a los gobiernos neoliberales precedentes, quienes se movilizan en Quito y diversas regiones del país andino. Y reciben, además de la respuesta represiva y la cerrazón al diálogo del gobierno ecuatoriano, la descalificación simplista y en bloque de un segmento de la izquierda regional (que los presenta como agentes del Imperio) y sus medios de comunicación (Telesur entre ellos). Otros -incluidos notables e instituciones académicas adictas a la retórica (pseudo) poscolonial y dizque emancipatoria- simplemente callan.
A los “camaradas” y colegas que sostienen esas posturas uno siente ganas de preguntarles. ¿Hasta cuándo van a creer que la represión sólo es condenable cuando la ejerce (condenablemente) la derecha? ¿Porque siguen pregonando que, tras décadas de guerrillas fallidas y dictaduras sangrientas, han aprendido e incorporado, de a veras, el valor de la cultura democrática? ¿Con que moral denunciaremos a las oligarquías latinoamericanas si, en poco más de una década de progresismo, sus modos de ejercer el poder han sido tan inciviles como los de los gorilas y banqueros?
Las izquierdas -con sus luchas, proyectos y esperanzas- son necesarias para empujar en otra dirección a un continente pródigo en autoritarismos de estado y de mercado. Y también de gente a la que se la ha despojado de sus derechos: desde Ayotzinapa a San Cristóbal, de las calles de la Habana a las minas de Perú.
Y no todo está perdido, como revela la postura de mayor red de estudios latinoamericanos del orbe, frente a la detención -y amenaza de deportación-en Ecuador de la académica y activista Manuela Picq. [2] También la solidaridad manifiesta de prestigiosos intelectuales progresistas frente a las amenazas del vicepresidente boliviano a reconocidas organizaciones no gubernamentales [3]. La verdad, que nos libera de dogmas y complicidades, a la postre se abre paso. Por eso, creo, no hay razón para renegar ni avergonzarnos de nuestras zurdas ideas de democracia, progreso y justicia social.
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