Las amistades peligrosas

Por Alfredo Fernández Rodríguez

Simon Bolivar, the South American liberator.

Los días 22 y 23 de febrero en Cancún, México se celebró  la II Cumbre por la Unidad Latina y el Caribe, en la que nuevamente el socorrido tema de la “Unidad Latinoamericana” fue  eje central.

Firmes en sus discursos, nuestros presidentes —como siempre sucede en estos casos—  vieron  la ansiada “Unidad Latinoamericana” como un hecho inevitable.

Una vez más “los visionarios políticos de la región,” ocuparon su retórica con la posibilidad siempre real de un futuro luminoso en toda la región, como también se culpó a los E.U.A de todos los problemas del área.

Yo que en este mundo descreo de casi todo; concibo a la “Unidad Latinoamericana” como una permanente falacia.

Los españoles fueron expulsados de estas tierras hace hoy doscientos años.  Más el odio arrojado hacia ellos se trasmutó en odio entre vecinos, odio casi siempre más radical y mezquino que el ejercido contra los conquistadores ibéricos.

De ahí, que si en Latinoamérica hoy sé es uruguayo es sobre todas las cosas para no ser argentino, sé es chileno  para ignorar bolivianos, los colombianos se enorgullecen de no ser venezolanos, o un costarricense se siente desgraciado por que se le confunda con un nicaragüense.

No importa que prácticamente hablemos la misma lengua, un cubano nunca podrá tomar un sorbo de Mate de la Patagonia sin evitar poner cara de asco.

Tampoco un boliviano entendería el chiste de un Borinquén, y si así lo hiciera ¿quién apostará por la risa del boliviano?

Es común escuchar  a cualquiera de la región hablar de sus ancestros  europeos con admiración, no importa que no le hayan dejado herencia a su nombre, ni incluso que los hubiera conocido, parecería que lo importante para muchos, quizás muchísimos, es mostrar que no se tiene un origen indio, o negro, solo eso.

Desde este humilde blog pido de una vez y por todas que asumamos la dura realidad. Amigos,  la “Unidad Latinoamérica” no tendrá lugar, doscientos años y el final de la vida de Bolívar me bastan para confirmarlo.

El Libertador en su lecho de muerte en Santa Marta no murió tan enfermo físicamente como se piensa, sino que su enfermedad era del alma, despertándose una y otra vez del sueño de la “Unidad Latinoamérica” por las interminables deslealtades de sus amigos.

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