¿Ofrendas a Yemayá?

Dimitri Prieto

Yemaya is el orisha de los mares. Foto: Caridad

En la religión Yoruba, los practicantes pueden en determinados momentos específicos ser requeridos a hacer ofrendas a los Orishas: deidades de origen africano. Cada deidad suele tener una relación con algún elemento o fuerza de la naturaleza; es por eso que la religión Yoruba (como muchas otras creencias ancestrales) es frecuentemente celebrada como un vehículo de comunión con el entorno, con las entidades que la modernidad en su ascenso ha dejado de respetar.

O sea, como un vehículo de acercamiento a posibles soluciones espirituales de la problemática ecológica actual. He leído muchos textos al respecto, y los mismos practicantes yorubas suelen proclamar la validez de esa tesis.

Yemayá es la orisha de las aguas del mar. Por eso sus ofrendas se relacionan con el mar. Otros orishas tienen otros sitios relacionados con ellos.  En Cuba, no es raro encontrar objetos depositados en las raíces de ceibas o palmas reales.

Cada orisha tiene una historia; cada acto de culto está vinculado con una o varias biografías personales. Las religiones como la yoruba enfocan con fuerza la posibilidad de brindar ayuda en resolver problemas concretos de la vida diaria.

Hace unos días fui testigo de un hecho insólito. No sé cuan insólito es, realmente. No creo que haya estudios al respecto.

En un lugar de la boca de la Bahía de La Habana, por donde entran los barcos, en la acera por donde transitan tranquilamente los turistas, un hombre se disponía a depositar su ofrenda en la bahía.

Lanzó la ofrenda al mar, y después continuó el ritual de frente al agua.  Estaba casi oculto, pues había que mirar de lado, justo desde un restorán al aire libre donde estábamos sentados un grupo de amigos.

El caso es que la ofrenda fue lanzada al mar dentro de una consabida bolsa de plástico.  No tengo idea si lo que la ofrenda contenida en la jaba era grata a Yemayá.

Pero si sé perfectamente que el plástico de las bolsas no es biodegradable; o sea, es prácticamente eterno. Es el súmmum de la contaminación posible.

No sé si el practicante lo sabía o no. O si lo sabía y no le preocupó.

Actualmente, las religiones ancestrales son practicadas por amplios sectores del pueblo cubano, trascendiendo los estereotipos raciales y educacionales. Así que el acto de un creyente no tiene por qué comprometer a la creencia como tal.

Pero me asusta la incoherencia garrafal de la ofrenda a Yemayá de la cual fui testigo.

La rapaz incultura ecológica que se arrastra por los predios del espíritu: otra paradoja más de nuestra educación común; de esa Cuba compleja en que vivimos.

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