Nuevo documental cubano contra el olvido y la ligereza

¿Qué es más importante, el peso o la levedad? –Milán Kundera

Por Lynn Cruz

HAVANA TIMESRetrato de un artista siempre adolescente” (una historia del cine en Cuba), es el más reciente  documental del cineasta cubano Manuel Herrera, director de Zafiros, Locura azul (1997), Bailando Cha Cha Chá (2004), entre sus títulos más conocidos.  

Una película hilarante, ingeniosa como su protagonista, el desaparecido cineasta y actor Julio García Espinosa (1926-2016), en cuya filmografía destacan El Mégano (1955), Aventuras de Juan Quin Quin (1967), Reina y Rey (1994).

Herrera recoge las impresiones de quienes junto a García Espinosa perseguían esa utopía, hacer crecer un nuevo cine cubano, por medio de la creación en 1959 del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic). Retrato de un artista siempre adolescente (una historia del cine en Cuba) es el eco de una época: “Los años sesenta”.

¿Cómo ser nacional y al mismo tiempo universal? García Espinosa experimentó una mezcla rompedora, que equilibraba la tradición con lo popular cubano. Sus estudios en el Centro Experimental de Cinematografía en Roma lo identificaron con el neorrealismo italiano, aunque era también un admirador del francés Jean Luc Godard y del alemán Bertolt Brecht. Esas influencias se hacen visibles en los distanciamientos que García Espinosa realiza en su filme Aventuras de Juan Quin Quin.

Algunos consideran que era un rupturista, pero en su filmografía aparece, además, el interés por abordar temas más cotidianos como las vicisitudes de una mujer para alimentar a su perro.  Así su película Reina y Rey constituye una gran metáfora de la situación social que se estaba viviendo en el país en la década de los 90.

El legado más importante, aparte de sus películas, tal vez sea la definición del cine imperfecto, concepto que nace de la propia rebeldía de García Espinosa, frente a la industria hollywoodense de entretenimiento. Plantea que la falta de presupuesto no puede ser un obstáculo creativo. No se trata de seducir, sino de compartir el arte, el teatro, la música que también lo hechizó y en especial el cine, como herramienta para la autorreflexión. Se trata de hacer un cine en el que el espectador no sea sujeto, sino que complete la fábula. Tener igualmente la posibilidad de la búsqueda y también de equivocarse.

Fotograma de Memorias del Subdesarrollo (1968)

En 2013, el prestigioso cineasta austriaco Michael Haneke, El séptimo continente (1989), La pianista (2001), Amor (2012)…  mientras recibía el premio Príncipe de Asturias de las Artes, en su discurso durante la gala de premiaciones, lamentaba las presiones que ejerce el mercado sobre los cineastas. Subrayaba también cómo en esa gran industria hollywoodense del entretenimiento, no se les permite a los directores equivocarse.  Eso se debe probablemente a la existencia de un espacio para que los cineastas europeos sigan defendiendo el cine más como una obra de arte, que como objeto de distracción.

Algo de ese espíritu creativo germina de vez en vez en la Isla, pero mayormente en el cine independiente, aunque en los últimos años han reaparecido las crowdpleaser en la gran pantalla cubana, Juan de los Muertos(2011), de Alejandro Brugués; Sergio y Serguei (2017), de Ernesto Daranas,; El Acompañante (2015), de Pavel Giroud; El Extraordinario Viaje de Celeste García (2018), de Arturo Infante. Algunas recuerdan el declive del Icaic en la década de los 80. Comedias ligeras, temas evasivos, caracterizaron ese período. Ahora con algún que otro chiste de humor político, probablemente para seducir a la audiencia cubana, pero sin perder de vista el mercado internacional.

Hablo de lo político, pues en Cuba continúa el individuo versus la historia con mayúscula, de forma tal, que aun queriendo complacer a la mayoría, sea inevitable tocar el tema tabú para los cubanos. No es trivial que de manera aguda reaparece el personaje del alienado en Memorias del Desarrollo (2010), de Miguel Coyula, que tiene su antecedente en Memorias del Subdesarrollo (1968), de Tomás Gutiérrez Alea (Titón), un clásico de la filmografía cubana. Ambas películas están basadas en las novelas homónimas del escritor cubano Edmundo Desnoes.

Fotograma de Memorias del Desarrollo (2010)

Otro de los ejemplos de cine arriesgado, (aunque a veces y de manera saludable admite haberse equivocado), incluso cuando hace películas más clásicas como Insumisa (2018), codirigida con la realizadora suiza Laura Cazador, lo constituye el quizás más importante director de cine cubano vivo, Fernando Pérez Madagascar (1994), Suite Habana (2003), Madrigal (2007), Últimos días en La Habana (2016)… Sus filmes son muy distintos unos de otros. Se respira su inquietud por la búsqueda, por probar algo diferente siempre.

La obra del siglo (2016), de Carlos M. Quintela, arriesga no solo en contenido (tres generaciones de hombres solos abuelo, padre y nieto, conviviendo en un mismo espacio), sino también en la forma. Santa y Andrés(2016), de Carlos Lechuga, generó movimiento, polémica. Incluye por primera vez en la pantalla un acto de repudio del ejército contra un escritor sin adornos ni ligerezas. Ambos filmes han sido premiados, y vistos en muchas partes del mundo, pero aún no han sido estrenados en Cuba.

Cuando la evasión, ligereza, lo inundan todo, lo que queda es un ciudadano frugal, globalizado, neoliberal. Un sujeto que quiere tener éxito, y para lograrlo, enmascarará su búsqueda en el pesimismo o la incapacidad de los otros, en vez de admitir el sentido crítico que nació con la Revolución misma y usarlo como herramienta para la duda, después de un largo período de fe. 

Lo que más se agradece en el filme de Herrera, además de la frescura, imaginación, creatividad cinematográfica, es el hecho de luchar contra el olvido, esa energía empleada por quienes defendieron las ideas de hacer un cine verdaderamente nacional.

Se viven nuevos desafíos que son viejos, pero que al padecerlos una y otra vez, con el tiempo, parecen olvidados. Les toca a los que siguen creyendo en el cine, pensar que aquello que te hace particular es justamente lo que crea la diferencia.

 

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