Por Lynn Cruz
Su sede se encuentra en la calle San Rafael entre Neptuno y Concordia, en Centro Habana. Tiene capacidad para unas doce personas, de modo que las entradas, aunque gratuitas, se deben reservar en el propio espacio con días de antelación o vía e mail: laislasecreta@gmail.com.
Según Martínez, para la escritura del texto tomaron como punto de partida la novela Jardín, de Dulce María Loynaz y textos de Fernando Ortiz.
Los personajes son dantescos. Coexisten en el inframundo, los bajos fondos, la marginalidad.
El lenguaje se trastoca por el gesto y la palabra carece de sentido. Este es un teatro incómodo e imaginativo en el que el espectador tendrá que completar el rompecabezas, dentro de la peripecia anecdótica que seduce, sobrecoge y por momentos resulta hilarante.
Con una elaborada técnica vocal y precisa gestualidad, se establece un duelo entre dos actores, donde especialmente en el caso de Amores, su interpretación es tan acertada que la actriz desaparece en el escenario. Solo existen sus personajes.
Es una obra expresionista, que resalta la visualidad. Los diseños de banda sonora y escénico, por momentos, nos adentran en un ambiente shakesperiano. Otros en los que el vestuario y el trabajo vocal evocan a los ents de El Señor de los Anillos, de Peter Jackson, en consonancia, también, con el dominio absoluto del trabajo con las máscaras.
Un teatro cercano al sueño de Antonine Artaud en su manifiesto de la crueldad, le devuelve a la escena su sentido místico, pues si algo caracteriza a Jardín Adentro es su profundo misticismo.
Amores y Martínez, como buenos discípulos de Castillo, mantienen el rigor de su maestra, elaborando un discurso que merece un lugar especial dentro del entorno teatral cubano.
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