Lili Rentería sigue en el trópico

Irina Pino

Con Lili Rentería (d) en La Habana

HAVANA TIMES — En el  recién finalizado XV Festival Internacional de Teatro de La Habana, la sala del Trianón estuvo totalmente abarrotada, había gente sentada hasta en los pasillos.

Sólo una expectativa me animó a ver aquella puesta en escena de Carlos Diaz, importante director de la escena cubana, y ni siquiera la obra galardonada en el 2003 con el Premio Pulitzer de teatro “Ana en el trópico”, cuyo autor es Nilo Cruz, cubanoamericano además.

Quería ver a Lili Rentería, hermosa actriz de cine y teatro, que en los 80s mostraba algo más que su rostro, con aquellas artísticas escenas de desnudos, que eran una suma de pasión y candor. Recuerdo su presencia en las películas Los sobrevivientes de Tomás Gutierrez Alea, Tiempo de amar, de Enrique Pineda Barnet, y la versión para cine de Amor en campo minado, del dramaturgo brasileño Alfredo Dias Gómez, que realizó Pastor Vega.

Acude también a mi memoria su paso en las tablas, con aquella inolvidable Mariana Pineda (de Federico García Lorca), personaje redondo, de probada fuerza personal, que no quiso claudicar ni a las puertas de la muerte.

Confieso que a pesar de la originalidad de la puesta en escena y de las buenas actuaciones de casi todos los actores que intervinieron en la obra: Mabel Roth (otra actriz cubana emigrada), Alexis Díaz de Villegas, Osvaldo Doimediós, entre otros, la obra no me atrajo ni logró conmoverme, sin embargo permanecí hasta el final, con el objetivo de entrevistar a Lili.

Cuando terminó, aguardé afuera con unos amigos, nos intrigaba verla de cerca, pues nos habíamos sentado un poco lejos del escenario. Ya eran casi eran las 11 y media y no salía, –quizás se marchó por otro lado, le comenté a mis amigos, un poco desalentada–.

De pronto, alguien nos dijo que nos quedáramos en los pasillos laterales a esperarla, hasta que al fin apareció: todavía conservaba sus bellos ojos azules y su expresivo rostro, casi nórdico, solo su cuerpo, otrora flexible, se transformó: ahora su figura era corpulenta, pero aún así emanaba su gracia natural.

Conversamos por un momento breve, cerca  de las puertas del teatro, fumó un cigarrillo para aliviar sus nervios, nos sacamos algunas fotos. Ya no hubo tiempo para la entrevista, se iba a las seis de la mañana para los Estados Unidos.

Quedaron detalles sueltos, unos malos, otros buenos: el teatro en Miami donde tenía su proyecto, fue cerrado, pero su deseo de trabajar con Carlos Díaz se había cumplido, luego del retorno después de veinte años a su país, recibida con el ardor de los compatriotas que la recuerdan y la ven mucho más crecida en su arte, constatando que Lili Rentería Llerena sigue en el trópico.

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