La Venecia que se hunde, película cubana

Irina Pino

Foto: ecured.cu

HAVANA TIMES — Venecia, la última película del realizador cubano Enrique Álvarez, narra las peripecias de tres muchachas en un lapso de 24 horas. Los escenarios callejeros, un restaurante, un bar y una discoteca, son el pretexto para mostrar caracteres y formas de mirar la vida.

Exhibida recientemente en los cines de estreno fue ganadora de varios lauros internacionales. Las interpretaciones corren a cargo de las actrices Maribel García Monzón, Mayelín Pupo y Claudia Muñiz, quien es también su guionista.

Trabajadoras de una peluquería estatal, donde solo atienden a mujeres ancianas, las jóvenes amigas conversan sobre sus vidas opacas y sin metas: Mónica rememora su antigua relación amorosa; Violeta tiene problemas con su gordura y se escuda tras una máscara de sensualidad; mientras Mayelín tiene un hermano con problemas mentales y espera un hijo no deseado.

Todas tienen secretos, insatisfacciones, soledades, y aunque andan juntas, existe cierta incomunicación.

Después del trabajo, vagabundean, se mezclan con la gente; nos parece que estamos ante un documental, sin embargo, pienso que es lo mejor de la película, ya que el director las integra a los acontecimientos de la ciudad.

En la disco, bajo el influjo de las bebidas se desdoblan: Mónica tiene sexo salvaje en el baño con un desconocido; Violeta baila desinhibida con movimientos voluptuosos; Mayelín sigue a un travesti, luego se droga entre un grupo de gente.

Aquí no se menciona a un país, ni siquiera a una ciudad, es una Habana intemporal donde el mundo nocturno, enajenado, supone un cambio en las costumbres y el estatus de sus habitantes.

La historia de Venecia intenta acercarse a la novelle vague francesa, de autores como Truffaut, Goddard, Chabrol y Rohmer, con relatos donde existían la naturalidad, la improvisación en los diálogos, carentes de un guion rígido, distintivo del cine de autor; pero en este caso, resulta un guion plagado de lugares comunes, con un lenguaje pobre y poco imaginativo. Aspiración incumplida del director cubano, que le faltan las condiciones expresivas para acercarse a esta cinematografía.

Por otro lado, las actrices no tienen carisma ni expresividad, son mediocres y con mala dicción además. Defectos que atentan contra la película de Álvarez.

Se extrañan los viejos filmes: Memorias del Subdesarrollo, Fresa y chocolate, Lucía, La muerte de un burócrata, Los días del agua, Una novia para David, Hello Hemingway, La última cena, Retrato de Teresa, Madagascar, y tantos otros que poseían mensajes, símbolos, algo que decir.

Las nuevas fórmulas de hacer cine han cambiado para peor, lo que vemos no es memorable, no deja huella. El sexo –siempre presente–, funciona como gancho para atraer espectadores, pero ya cansa verlo reflejado de una forma tan grotesca.

Una película más que integra la lista de las inútiles. Otra decepción del cine cubano.

 

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