Por Irina Echarry, Photos: Caridad
HAVANA TIMES, July 23 — Por estos días el cine Chaplin acoge una gran variedad de público. Varias generaciones convergen en la cola para comprar las entradas. Habanastation, primer largometraje de Ian Padrón, despierta curiosidad.
Las imágenes iniciales nos muestran la vida de Mayito, en Miramar: un niño bien educado, que vive en un ambiente de lujo, pocas tensiones, con una familia perfecta. Más tarde hace su entrada Carlos, rodeado de la mayor cantidad de dificultades e imperfecciones posibles.
Estudiando en la misma aula, los dos niños se ignoran pues sus mundos son muy diferentes, sin embargo una situación algo disparatada hará que se encuentren fuera de la escuela, se conozcan, intercambien experiencias y se acepten tal como son.
Para muchos cubanos y cubanas es importante que un audiovisual nuestro hable desinhibidamente de las diferentes clases sociales que conviven en Cuba. Esta película muestra dos de esas clases (ya sabemos que son más), lo hace a través de estereotipos muy marcados, lo que deriva en caricatura.
Por un lado los ricos de Miramar enajenados con sus bienes materiales, encapsulados en la tecnología, alejados de la vivencias de la gente de a pie, bitongos que no saben defenderse, acostumbrados a resolverlo todo con dinero, ignorantes de la “vida de la calle” y sin amigos.
Si bien es cierto que la cinta no nos dice quién es mejor, en cuál de los barrios se fomentan mejores valores, sí contrapone de manera simbólica el juego electrónico (para los que hay que tener recursos materiales) con la libertad, la valentía y el disfrute del juego natural (que puede realizarse sin recurso alguno).
El público disfruta dejarse llevar por los vaivenes de la historia contada a través de jocosidades y momentos más dramáticos, con buena fotografía y actuaciones que convencen.
En la Cuba de hoy puede que existan esos dos extremos, pero también pudiéramos encontrar (entre otras cosas) que en un barrio como La Tinta cualquiera tenga un playstation o algo más sofisticado o que en Miramar haya gente cumpliendo prisión por cualquier motivo.
Porque Cuba no es una sola, pero tampoco dos. Hay muchas Cubas, algunas se escapan a nuestras vivencias, con otras chocamos directamente.
Algunos puntos álgidos parecen provocar la reflexión del público. Los niños (pequeños que aún están en primaria) deben reunir 200 pesos si quieren arreglar el playstation y deciden “luchar el baro.” o sea ponerse a trabajar para conseguirlo: venden botellas, limpian algún jardín o patio, echan aire a gomas de bicicletas.
Sin embargo otros pensaban que el trabajo (siempre que no sea abusivo) puede ser un condimento en la formación del niño o joven, algo que los forje como personas de bien.
Otros discutían si el final, en el que el muchacho de Miramar le entrega su playstation al de La Tinta, resultaba una buena acción, o un buen símbolo, cuando toda la película pone en evidencia que los juegos al aire libre incentivan la imaginación, el compañerismo, la libertad personal.
Habanastation, con su visión contemporánea de la realidad cubana (a pesar de los estereotipos) es un canto a la amistad, a la aceptación del otro, al respeto. Aunque vivan en mundos distintos los niños no muestran maldad hacia los demás y pueden interactuar, jugar, comunicarse y aprender uno del otro.
Porque de lo que sí no hay dudas es que todos tenemos algo que enseñar.
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